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El 6 de mayo de 1997 inició su primer periodo de sesiones la Conferencia de los Estados Partes, que, junto con el Consejo Ejecutivo y la Secretaría Técnica, constituyen los tres órganos principales de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.
La Conferencia de los Estados Partes está constituida por representantes de todos los Estados Miembros en la Convención de Armas Químicas (CAQ), cuya entrada en vigor se produjo el 29 de abril del 1997, una vez transcurridos 180 días desde que se depositó el 65º instrumento de ratificación, en este caso presentado por Hungría.
Hasta llegar aquí hubo que recorrer un largo camino. La lucha contra el uso de armas químicas se remonta a varios siglos antes. Así, en el año 1675, Francia y Alemania firmaron en Estrasburgo el primer acuerdo internacional contra el empleo de balas envenenadas. En esta misma línea, en 1874, se llega en Bruselas a un acuerdo, que nunca entró en vigor, prohibiendo el empleo de venenos o armas envenenadas y de armas, proyectiles o material que causaran un sufrimiento innecesario. La Conferencia de Paz de La Haya de 1899 sentó las bases para la lucha contra el empleo de armas químicas que se llevaría a cabo a lo largo del siglo XX. En ella, las partes contratantes se prohibieron el empleo de proyectiles que tuvieran por único objeto el esparcir gases asfixiantes o venenosos, prohibiciones que fueron reiteradas en una segunda Convención de La Haya en 1907.
A pesar de todos estos esfuerzos, el empleo de armas química quedo patente durante la 1ª Guerra Mundial, originando no poco dolor y sufrimiento. En 1925 como un hito importante en esta lucha contra el empleo de las armas químicas se firma el Protocolo de Ginebra, que no prohíbe el desarrollo, la producción o la posesión de armas químicas, sino que prohíbe solamente el empleo de armas químicas y biológicas con fines bélicos. Durante la 2ª Guerra Mundial y hasta bien entrada la década de los 60, la preocupación por las armas químicas pasó a un segundo plano, quizás ensombrecida por el posible empleo del arma nuclear, siendo a partir de 1968, en la Conferencia de Desarme de Ginebra, donde se inician de nuevo las conversaciones sobre las armas químicas y biológicas.
Las negociaciones sobre la Convención sobre Armas Biológicas se desarrollaron a buen ritmo y quedó dispuesta para su firma en 1972. Sin embargo, las correspondientes a la Convención sobre Armas Químicas transcurrirían más lentamente y el acuerdo no se alcanzaría hasta finales de 1992, cuando la Conferencia de Desarme adoptó un proyecto de Convención que quedó listo para su firma el 13 de enero de 1993, en la Asamblea General de Naciones Unidas celebrada en Paris. Durante los tres días que duraron la conferencia fueron 130 los países que rubricaron la Convención.
Con la entrada en vigor de la Convención sobre las Armas Químicas, se estableció formalmente la Organización para la Prohibición de la Armas Químicas. Actualmente 193 Estados están comprometidos con la Convención sobre las Armas Químicas, lo que representa el 98% de la población mundial.
Según reza en la propia web de la Organización, su misión consiste «en aplicar las disposiciones de la Convención sobre las Armas Químicas con el propósito de lograr nuestra visión de conseguir un mundo libre de armas químicas y de la amenaza de su uso, en el que la química se emplee para la paz, el progreso y la prosperidad».
Para ello cuenta con una red de veintiún laboratorios designados a nivel mundial, entre los que se encuentra, a nivel nacional, el LAVEMA (Laboratorio de Verificación de Armas Químicas) integrado en el Departamento NBQ del Campus «La Marañosa» del INTA, único laboratorio de habla hispana designado por la OPAQ desde el año 2004 para el análisis de agentes de guerra química y compuestos relacionados en matrices medioambientales.
Jesús Manrique Braojos