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La guerra hispano-sudamericana, conocida en España como la guerra del Pacifico y en Perú y Chile como guerra contra España, fue un desafortunado conflicto bélico de naciones hermanas entre los años 1863 y 1866, que traía su causa lejana en las malas relaciones que se tenía con la Republica del Perú, a la que todavía no se le había reconocido su independencia por problemas menores, desembocando en un desdichado conflicto, que algún historiador afirmó que fue una guerra «sin objeto ni objetivos y que nadie pone en claro de qué modo empezó».
Las discrepancias con Perú se extendieron a Chile, Bolivia y Ecuador, y los cuatro países declararon la guerra a España, aunque estos dos últimos lo hicieron con carácter más simbólico que real, aunque prestaron apoyo logístico a los primeros, negándoselo a España.
La queja española traía su causa en el trato humillante y vejatorio que se dispensaban a nuestros compatriotas que residían y trabajaban en aquellas nuevas republicas. El gobierno español reaccionó enviando una escuadra, la denominada Escuadra del Pacifico, con la excusa de impulsar una expedición científica, pero que en realidad pretendía hacer acto de presencia y mostrar el pabellón español en clara advertencia frente a las demandas españolas de trato digno a los españoles allí residentes.
La escuadra estaba inicialmente bajo el mando del brigadier don José Manuel Pareja, quien logró firmar con el ministro peruano de Relaciones Exteriores, Manuel Ignacio Vivancos, el 27 de enero de 1865 en Callao, un tratado satisfactorio para ambas partes. Sin embargo, nuevos altercados contra españoles y, sobre todo, la captura de la corbeta Vencedora por parte de la chilena Esmeralda que, al parecer, enarbolaba un falso pabellón neutral, supuso la completa ruptura de hostilidades contra Chile. El capitán general Pareja se suicidó por lo que consideró un grave error de su escuadra, sustituyéndole en el mando el brigadier don Casto Méndez Núñez.
Las instrucciones recibidas por Méndez Núñez eran batir la escuadra peruana-chilena y, en caso de no ser posible, bombardear algún puerto del Pacífico chileno. Ante la imposibilidad de encontrarse con los buques enemigos, que se cubrieron en las aguas poco profundas próximas a la isla de Abtao, se decidió el bombardeo de Valparaíso, importante puerto del Pacífico donde recalaban todos los buques que cruzaban el estrecho de Magallanes.
El bombardeo se programó para el día 31 de marzo de aquel año, 1866 y, ante la oposición de las escuadras extranjeras presentes en aquel puerto, Méndez Núñez respondió con la célebre frase que ha pasado a la historia: «La Reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra».
Don Casto tuvo el acto de humanidad de preavisar el bombardeo con cuatro días de antelación, a fin de que: «los ancianos, mujeres y niños y demás habitantes no combatientes puedan poner a salvo sus vidas», a la vez que conminaba a las autoridades locales a que dispusieran que: «los hospitales y demás edificios consagrados a instituciones de caridad, tengan alguna bandera o señal que pueda distinguirlos para evitar que sufran los rigores de la guerra».
Méndez Núñez, desde la fragata Numancia, ordenó el bombardeo que se dirigió exclusivamente sobre establecimientos del gobierno chileno, y así las fragatas Villa de Madrid y Blanca, rompieron fuego contra los almacenes fiscales; la fragata Resolución contra el ferrocarril y la corbeta Vencedora contra la Intendencia. Tras tres horas de intenso bombardeo se ordenó el cese del fuego, y casi sin bajas y con solo daños materiales, se dio por cumplida la misión, dirigiéndose la escuadra posteriormente a El Callao.
Tomas Torres Peral