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“¿Juráis guardar la Constitución política de la Monarquía española que estas Cortes generales y extraordinarias han decretado y sancionado? Y principiando el Sr. Presidente puso la mano sobre los Santos Evangelios diciendo en voz alta: Sí, juro. La misma ceremonia repitieron, de dos en dos, los señores diputados, hecho lo cual, dijo el mismo Sr. Secretario: “Si así lo hacéis, Dios os lo premie, y si no, os lo demande”.
Con estas conmovedoras palabras, recogidas en el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz, España adquiría la condición de Nación política y los españoles, “de ambos mundos”, la condición de ciudadanos, hace ahora 209 años. Esa misma tarde la Constitución sería proclamada públicamente ante la fachada del Oratorio de San Felipe Neri. La Constitución de 1812, conocida castizamente como “La Pepa”, por su fecha de promulgación, y que comienza con la rotunda invocación (…) “En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo (…)”, reconocía la soberanía nacional, establecía la separación de poderes, el sufragio universal masculino y la libertad de prensa, entre otros principios liberales.
De la mano de 702 diputados, provenientes de todos los territorios de la Monarquía Hispánica, de la España peninsular, del Reino de Mallorca, de Canarias y de los territorios ultramarinos, Virreinatos del Río de la Plata, de Santa Fe, y de Nueva España; Capitanías Generales de Chile, Cuba, Guatemala, Puerto Rico, Filipinas, Santo Domingo y Venezuela, todas con el mismo estatus jurídico, España se reinventaba de una manera admirable: la esencia tradicional, histórica, alumbraba un nuevo sujeto, soberano, libre, y en aquel momento en guerra contra el invasor francés, al que desde entonces conocemos como pueblo español.
De los 18 presidentes de las Cortes de Cádiz, 6 fueron mexicanos, 3 castellanos, 2 catalanes, 2 extremeños, 1 peruano, 1 andaluz, 1 mallorquín, 1 gallego y 1 vasco. Representó al Virreinato de Santa Fe el amerindio Dionisio Inca Yupanqui, quien defendió con éxito la inclusión de los indios americanos en la categoría de españoles con plenos derechos, basándose en las Leyes de Indias del Siglo XVI.
La Constitución de Cádiz representa la respuesta a una crisis dinástica y militar, demostrando que la orfandad y el sometimiento a extraños de tan impresionante comunidad “los españoles de ambos hemisferios” nunca había sido una opción aceptable. Estuvo vigente hasta 1814 y luego durante el trienio liberal (1820-1823). A pesar de su exigua existencia constituyó una referencia para el constitucionalismo español durante todo el Siglo XIX, y aún hoy día nos llegan sus ecos a través de la Constitución de 1978. Con toda propiedad nos interpela a los españoles de hoy con el famoso proverbio: “Hay que estar orgulloso de lo que se consigue, y a la altura de lo que se hereda”.
Luis A. Bárcenas Medina