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El 16 de marzo se conmemora la entrada en vigor, en 2005, del Protocolo de Kioto, como principal herramienta para la puesta en marcha de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, comprometiendo a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de conformidad con las metas individuales acordadas.
La entrada en vigor del protocolo de Kioto supuso un hito importante en la carrera de las Naciones Unidas en la lucha por el cambio climático, que comenzó en la década de los años 70, tras observarse algunos efectos de carácter extremo así como la variaciones en la capa de ozono como consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero.
En 1972, la Organización de Naciones Unidas convocó en Estocolmo, la primera Conferencia Internacional sobre el Medio Humano, centrando la atención internacional en temas medio ambientales, especialmente relacionados con la degradación ambiental y el carácter transfronterizo de la contaminación, concepto de suma importancia al llamar la atención sobre el hecho de que la contaminación no conoce de ideologías políticas ni de límites geográficos, afectando por igual a los países, regiones y pueblos más allá de su punto de origen.
En 1992, veinte años más tarde de esta primera conferencia, la ONU convoca la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, también conocida como la Cumbre de la Tierra, que tendría lugar en Río de Janeiro. En ella se reunieron políticos, diplomáticos, científicos, periodistas y representantes de organizaciones no gubernamentales de 179 países, en un esfuerzo masivo por reconciliar el impacto de las actividades socio-económicas humanas en el medio ambiente y viceversa. En esta cumbre se aprobó, entre otras cosas, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que entraría en vigor el 21 de marzo de 1994. Su objetivo era estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero. A los países industrializados, como principales causantes del cambio climático, se les pedía responsabilidad y ayuda financiera y tecnológica para los menos desarrollados a la vez que limitar las emisiones para alcanzar en el año 2000 los niveles previos a 1990.
En las distintas conferencias de las partes (COP) pronto empezó a surgir la necesidad de contar con un instrumento que vinculase a los países con compromisos significativos para reducir las emisiones. Así es como nace, en la tercera COP celebrada en 1997, el protocolo de Kioto, en el que 37 países industrializados, la Comunidad Económica Europea y la Federación Rusa, se comprometieron a reducir sus emisiones, tomando como referencia los niveles de 1990, en al menos un 5% de media en el periodo comprendido entre el año 2008 y el 2012.
El protocolo de Kioto tras un complejo proceso de ratificación, entró en vigor el 16 de febrero de 2005. Desde entonces el camino no ha estado exento de dificultades dadas las fuertes implicaciones económicas que su aplicación representa para los países afectados.
El 8 de diciembre de 2012 se aprobó la Enmienda de Doha al protocolo de Kioto, donde se fijaban nuevos compromisos para el periodo 2013-2020. Su entrada en vigor se produjo precisamente el 31 de diciembre de 2020, tras la ratificación de 144 países, lo que da una idea de las dificultades para su implantación y la falta de compromiso de algunos de los países más poderosos y más contaminantes. La Cumbre de la Tierra de Paris, en 2015, supuso un claro intento de la búsqueda del consenso. En ella se trata de apelar a la responsabilidad nacional en la toma de medidas para conseguir que el calentamiento medio del planeta a nivel mundial esté muy por debajo de los 2°C respecto a niveles preindustriales, con un objetivo de limitar ese aumento a 1,5°C.
Jesús Manrique Braojos
