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En Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, muere el día 2 de diciembre de 1547, uno de los más grandes capitanes de la historia: Hernán Cortes. Este hidalgo extremeño había nacido en Medellín en el año 1485, estudio en la universidad de Salamanca. Su fama y su gloria están indeleblemente unidas a la conquista de la Nueva España, hoy Estados Unidos de Méjico. Disponiendo sólo de medio millar de soldados, 16 caballos y 10 cañones de bronce, inició la conquista de uno de los más grandes imperios de América.
El genio de Hernán Cortes prefirió, al arribar, quemar sus naves antes que retroceder, de ahí procede la frase «quemar las naves» expresión de una determinación invariable. Con ese escaso número de soldados, y sin más apoyo que su inteligencia y su genio militar, logró en solo dos años hacer saltar en mil pedazos el imperio azteca. Por su cultura se planteó si era lícito esclavizar a los nativos.
En su camino al corazón del imperio Azteca logró el apoyo de pueblo nativos Totonacas de la ciudad de Cempoala, en desacuerdo con los aztecas que los tenían subyugados. Por ellos se da cuenta de la división que existía entre los diversos pueblos y saca partido de ello. Se impone militarmente al pueblo txacalteca, con el que se une mediante una alianza y logra incorporar miles de guerreros txacaltecos.
Recibió diversos regalos al llegar a México, entre ellos a la princesa india «Malinche», doña Marina, que le sirvió de intérprete y con la que engendro su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental.
Por todo ello, España ensanchará extraordinariamente sus dominios. Fue Hernán Cortes un jefe inteligente, audaz y valiente, sobre cuyo estandarte rezaba la siguiente inscripción: «Amigos, sigamos la Cruz y si tenemos fe venceremos».