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Finalizada la Guerra de la Independencia fue creada hace 206 años por el Rey Fernando VII para premiar la constancia en el servicio de los oficiales de los cuerpos combatientes.
Curiosamente el propósito inicial del monarca era recompensar mediante la creación de una condecoración, a aquellos miembros de los ejércitos aliados extranjeros que se habían distinguido en la reciente contienda. Sin embargo, terminó convirtiéndose en la única Orden de nuestro sistema premial en la que solo pueden ingresar españoles.
En un principio, el monarca dispuso que se solicitara su parecer a Arthur Wellesley, general británico y duque de Ciudad Rodrigo y de Wellington, por ser el más caracterizado para ello, habida cuenta que había ejercido el mando de las tropas aliadas.
Recabado mediante carta de fecha 18 de mayo de 1814 por el teniente general Francisco Ramón de Eguía López de Letona, secretario de Estado y del despacho de la Guerra, fue contestado el 12 de junio siguiente. Propuso que bien pudiera recompensarse con la Orden de San Fernando, creada por Decreto de 11 de agosto de 1811, siendo necesario para ello suprimir el artículo relativo a los preceptivos informes que se requerían. Por otra parte aprovechó para sugerir que podrían añadirse algunos artículos nuevos, a fin de que se pudiera ingresar en dicha Orden después de 25 años de servicio, computándose dicha cifra en función de los periodos de tiempo prestados en campaña.
Remitido todo ello al Consejo Supremo de Guerra y Marina, y recabados otros informes, su dictamen fue contrario a que se pudiera premiar en la misma Orden el Valor y la Constancia. Así, con fecha 24 de octubre siguiente, se informó al rey, por una parte, que los oficiales de los ejércitos aliados que más se hubieran distinguido, podían ser recompensados con el distintivo de la Cruz de San Fernando. Y por otra parte, y con diferente reconocimiento, debería premiarse por su constancia militar a aquellos oficiales que sirvieran sin nota alguna los 25 años.
Finalmente, el 28 de noviembre de 1814, Fernando VII firmó su aprobación para la reforma de la Orden de San Fernando y la creación de la nueva Orden de San Hermenegildo.
El hecho de ponerse bajo dicha advocación se debió a la predilección del monarca por dicho santo, príncipe visigodo cuya reliquia depositada en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial había sido recuperada de manos francesas tras sustraerla. Felipe II también había sentido gran devoción por su figura como mártir de la Iglesia al convertirse al catolicismo, siendo el promotor de su culto religioso como primer paso a su posterior canonización. Junto a San Fernando es uno de los patronos de la corona española.
El 19 de enero de 1815 se aprobaría el primer reglamento conjunto con la Real y Militar Orden de San Fernando. Su preámbulo era común a ambos, correspondiendo los 8 últimos artículos a la de San Hermenegildo.
Separadas posteriormente dichas Órdenes cada una siguió su propia reglamentación siendo aprobada por última vez la de San Hermenegildo, por Real Decreto de 4 de agosto de 2020.
Conforme al mismo, dicha Orden tiene por finalidad recompensar y distinguir a los caballeros y damas oficiales generales, oficiales y suboficiales del Ejército de Tierra, de la Armada, del Ejército del Aire, de los Cuerpos Comunes de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de la Guardia Civil, por su constancia en el servicio y la intachable conducta, a tenor de lo que establecen las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Sus categorías son Gran Cruz, Placa, Encomienda y Cruz.