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El 7 de junio de 1494, España y Portugal acordaron fijar el límite entre sus respectivos dominios en el meridiano que pasa 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Determinaban así dos hemisferios prácticamente iguales dentro de las cuales cada imperio tenía el monopolio del descubrimiento, la navegación y el comercio.
Rápidamente, las pretensiones de los estados ibéricos al control exclusivo de los espacios globales iban a plantear una serie de dificultades y disputas que caracterizaron lo que comenzamos a llamar la primera globalización, es decir, una época de descubrimientos y de adaptación de los europeos a un espacio mundial hasta entonces desconocido.
En los años siguientes, portugueses y españoles se enfrentarán por la posesión de las islas Molucas, las islas de las especias, ante la imposibilidad de determinar el antimeridiano correspondiente al de Tordesillas. Por entonces se produce la expedición española a la Especería de Magallanes y Elcano (1519-1522), que contraría especialmente a Portugal.
Finalmente, la disputa quedará regulada por el tratado de Zaragoza de 22 de abril de 1529, firmado entre Juan III de Portugal y Carlos I de España, que reconoce a las Molucas como posesión portuguesa. Al mismo tiempo, los españoles se establecen en Filipinas desde 1521 con Magallanes y finalmente en 1565 con Legazpi, dando lugar a una rivalidad entre ambos Estados por los descubrimientos, la navegación y el comercio tanto en América, como en Asia.
El resultado conducirá a una polémica que se extenderá por todos los Estados europeos entre los partidarios de la exclusividad de los dominios marítimos, mare clausum, y los de la libertad de los mares, mare liberum, No será hasta la década de 1640 cuando España y Portugal reconocerán el derecho de otras naciones a navegar por lo que habían considerado su parte exclusiva del mundo.
Ignacio Fuente Cobo