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Al despuntar el siglo XVI, los japoneses, al igual que los chinos y otros pueblos de los alrededores, llevaban años (siglos incluso) contrabandeando y comerciando en las islas Filipinas, pero la llegada de los españoles cambió drásticamente el panorama.
Si bien los españoles no controlaban de manera efectiva todo el territorio filipino, desde la recién fundada Manila (1571) los conquistadores castellanos se habían erigido en dueños y señores de las islas, y no estaban dispuestos a permitir ninguna injerencia extranjera. Dejemos que José Eugenio Borao, autor de «La colonia de japoneses en Manila en el marco de las relaciones de Filipinas y Japón en los siglos XVI y XVII», nos ponga en situación:
[…] en 1575, Juan Pacheco de Maldonado era más explícito al señalar que los japoneses llegaban cada año a Luzón para intercambiar plata por oro, siendo sus principales destinos Cagayan, Lingayen y Manila. Las noticias que llegaron poco después, en 1580 y 1581, señalaban que los japoneses estaban haciendo algún daño a los nativos, y ya en 1582, se habla claramente del pirata Tayfuzu (Tay Fusa) que se aprestaba para ir a Cagayan con diez navíos […]
El origen del conflicto era una flota pirata, aparentemente de origen japonés, formada por japoneses, chinos, coreanos y filipinos (guerreros wako), que había llegado al norte de la isla de Luzón, con la intención de establecerse en el lugar. Llama la atención el nombre del capitán pirata, Tay Fusa (aparece transcrito de decenas de maneras diferentes) que no parecía japonés. Lo más probable es que fuera un apelativo dado por los chinos o una deformación fonética de su nombre original tras llegar a oídos españoles. En cualquier caso, este capitán, según fuentes de la época, era un valiente japonés que después de asolar las costas de China, Corea y Camboya, llegaba a Filipinas con la intención de establecerse allí.
A las autoridades españolas en Manila les incomodó que Tay Fusa y sus piratas tratasen de asentarse en sus dominios y enjunio de 1582 enviaron al norte de Luzón una expedición de castigo para acabar con la amenaza de los recién llegados. Cuarenta hombres armados y dos naves de guerra, una galera –la Capitana– y un navío ligero –el San Jusepe-, apoyados por cinco embarcaciones menores de apoyo y un contingente de cien indígenas filipinos, al mando del capitán Juan Pablo de Carrión, experimentado comandante y avezado lobo de mar que conocía perfectamente la zona donde había navegado y combatido en innumerables ocasiones.
La flota zarpó de Manila y se dirigió a Cagayan, bordeando la isla de Luzón dirigiéndose al norte, al encuentro del enemigo. En total, la expedición de Carrión tuvo tres choques armados con piratas, pero sólo uno de ellos, el tercero y definitivo, fue con las tropas de Tay Fusa.
Los dos primeros choques fueron lances de escasa entidad, el primero, un champán chino al que doblegaron con facilidad y el segundo contra un barco japonés que no estaba claro que perteneciera a la flota de Tay Fusa, pero que puso seria resistencia combatiendo contra los castellanos con armas de fuego, para sorpresa de los españoles. Finalmente, no resistieron el empuje de las naves españolas, dejando numerosos muertos como resultado.
La flota de Carrión siguió su camino y, a mediados de junio, llegó a la desembocadura del río Tajo (llamado río Grande de Cagayan) donde se encontró con las fuerzas de Tay Fusa. Éste contaba con entre 600 y 1000 hombres, provistos de 18 champanes. Los piratas habían construido, además, una serie de fortificaciones a lo largo del río para controlar toda la zona. El capitán Carrión, diestro militar se las arregló para atraerlos río adentro, fuera de sus posiciones, hacia un terreno más propicio a sus armas.
Los españoles, que contaban con unos cien hombres, improvisaron también una serie de fortificaciones tras las que se atrincheraron para esperar el ataque del enemigo, contando además con la artillería pesada de la galera que habían desembarcado a tierra, los españoles, arcabuceros, piqueros y rodeleros, rechazaron todos los asaltos que les lanzaron los piratas, llegando al cuerpo a cuerpo.
El combate fue terrible y tras varios asaltos de los japoneses, que en cada nuevo asalto atacaban con más furia que el anterior, los españoles resistieron hasta que los piratas se dieron por vencidos. Tay Fusa trató de negociar algún tipo de acuerdo de paz con Carrión, pero el hidalgo español se mostró inflexible. No habría condiciones, los piratas debían abandonar Luzón de inmediato.
Carrión aprovechó la coyuntura para fundar una ciudad en el lugar, a la que llamó Nueva Segovia, desde la que organizó la defensa de la zona para que no se volvieran a repetir incursiones como la rechazada.
José Emilio Roldán Pascual