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La muerte del rey Carlos II el Hechizado (1661-1700), monarca sin descendencia, agravó el problema sucesorio al trono de España, otorgado por testamento a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, desatando la ambición de un botín tentador para las distintas potencias europeas, en desacuerdo con que una sola dinastía reinara a ambos lados de los Pirineos, y tuvo como consecuencia la extinción de la rama española de los Habsburgo.
Este problema sucesorio fue la causa de un grave conflicto internacional, y de una guerra civil en el interior de España, que se extendió desde 1701 hasta la firma del primer Tratado de Utrecht en 1713.
Los países en conflicto fueron, de una parte, Francia, España y Baviera, y de otra el Sacro Imperio romano-germánico, Inglaterra, las Provincias Unidas (Países Bajos), Saboya y Portugal (estas dos últimas desde 1703). Dentro de España se enfrentaron los partidarios del archiduque Carlos (corona de Aragón) y los partidarios de Felipe de Anjou (corona de Castilla).
Acabada la contienda, el 11 de abril de 1713, se firma el primer Tratado de Utrecht por los Estados contendientes, en la ciudad holandesa del mismo nombre. Este tratado pone fin a la guerra, aunque posteriormente a su firma continuaron las hostilidades en territorio español: en Cataluña, hasta su conquista definitiva por Felipe V, en septiembre de 1714, y en el reino de Mallorca (con la excepción de Menorca, que pasó a soberanía británica en virtud de este tratado) y que resistiría hasta julio de 1715.
Este primer Tratado de Utrecht, de 11 de abril de 1703, así como el segundo (julio de 1703), el Tratado de Rastatt (marzo de 1714) y el de Baden (septiembre de 1714), cambiaron radicalmente el mapa político de Europa. Inglaterra obtiene Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra y cedidos por la Monarquía española, lo que permite a la armada británica dominar el Mediterráneo occidental al garantizarse estas dos importantes bases. También consigue Acadia (Canadá), la bahía de Hudson y la isla de Terranova, cedidas por la Monarquía francesa, la isla de San Cristóbal en el mar Caribe, el asiento de negros (monopolio, durante treinta años, sobre el tráfico de esclavos negros con la América española) y el navío de «permiso», navío que Inglaterra podía enviar una vez al año con 500 toneladas de carga a las colonias españolas para comerciar con ellas (concedidos por España).
La Casa de Saboya ve devueltos Saboya y Niza (ocupadas por Francia durante la guerra) y recibe Sicilia (cedida por España). Con la posesión de Sicilia la casa de Saboya recibe el título de rey que, con diversas denominaciones, tendría en adelante (primero reyes de Sicilia, luego reyes de Cerdeña y finalmente reyes de Italia).
Las Provincias Unidas reciben la «barrera flamenca» (una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos), cedida por España.
Brandemburgo recibe Güeldres del Norte (cedido por España) y la «barrera de Neuchâtel» (cedida por Francia), además de su transformación en reino con el nombre de Prusia. Federico Guillermo I fue su primer rey.
Portugal obtiene la devolución de la colonia de Sacramento, ocupada por España durante la guerra.
Austria obtiene los Países Bajos españoles, el Milanesado, el reino de Nápoles, Flandes y Cerdeña (cedidos por España). El archiduque Carlos de Austria, emperador Carlos VI desde 1711 tras la muerte de su hermano José I, se desentiende parcialmente de sus reclamaciones y abandona cualquier pretensión sobre el trono español.
El reino de Francia reconoce la sucesión protestante en Inglaterra y se compromete a no apoyar a los pretendientes Estuardo. Asimismo, se compromete a demoler las fortificaciones de Dunquerque y a cegar su puerto y obtiene el principado de Orange (Provenza).
Felipe V (Felipe de Anjou) obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de los países firmantes, y se establece una cláusula que prohíbe que el rey de España y el de Francia sean una misma persona.
El gran beneficiado de este conjunto de tratados fue Inglaterra que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas económicas que permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda.
La Paz de Utrecht consiguió un cierto equilibrio de fuerzas terrestres entre las potencias europeas y supuso, para la monarquía española, la conclusión política de la hegemonía que había ostentado en Europa desde principios del siglo XVI.
José E. Roldán Pascual