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El Tratado de Viena de 30 de abril de 1725, firmado entre Felipe V de España y Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico en la ciudad de Viena, estableció la Paz y la Amistad entre España y Austria tras la Guerra de Sucesión Española. Fue un hito importante en la historia de Europa en el siglo XVIII, suponiendo un reequilibrio entre los imperios, porque dio lugar a que Francia, Inglaterra y Prusia se agrupasen bajo la Liga de Hannover, a la que posteriormente se unieron las Provincias Unidas, Dinamarca y Suecia.
Las negociaciones que se realizaban en Cambrai, Francia, ni progresaban, ni se lograba la restitución de Gibraltar y Menorca a España, ni tampoco quedaba resuelta la sucesión española en los ducados italianos. Por ello se pensó en una negociación directa entre España y Austria que, al margen de Inglaterra y Francia, lograse un entendimiento. Para tan delicada misión se pensó en el controvertido Barón de Ripperda, de los Países Bajos.
Finalmente, el 30 de abril de 1725 se concluyó en Viena el Tratado de Paz y Amistad y el Tratado de Alianza Defensiva entre el Rey de España y el Emperador de Austria, y tan sólo un día después firmaban el Tratado de Comercio y de Navegación, donde se concedían a Austria los mismos privilegios que se habían concedido a Gran Bretaña y a Holanda en 1713. Posteriormente, el 5 de noviembre de 1725, Austria y España firmaban el Tratado muy secreto de amistad y alianza entre las cortes de España y Viena, por el que Austria satisfaría los deseos del rey y de la reina respecto a los matrimonios de sus hijos Carlos y Felipe, con promesa de ayuda militar en caso de guerra, haciéndose referencia expresa en su artículo 11 a la recuperación de Menorca y Gibraltar. Ninguno de esos compromisos se cumplió.
En los documentos firmados el 30 de abril de 1725, se puso fin definitivamente a la Guerra de Sucesión Española, al renunciar el emperador Carlos VI de Austria a sus derechos a la Corona de España y reconocer como rey de España y de las Indias a Felipe V de Anjou. A cambio, éste reconocía al emperador la soberanía sobre las posesiones de Italia y de los Países Bajos que pertenecieron a la Monarquía Hispánica y reiteraba su renuncia al trono de Francia.
Además, Felipe V concedía a la Compañía Imperial y Real de las Indias radicada en Ostende en los Países Bajos Austriacos, importantes ventajas comerciales para que pudiera comerciar con las Indias españolas.
Resulta controvertido el resultado de lo acordado, pero parece que los únicos elementos positivos que se podrían extraer del conjunto de los cuatro Tratados serian el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Austria y la renuncia de Felipe V y Carlos VI a sus derechos dinásticos en Francia y España respectivamente. Sin embargo, se había solucionado un problema, sin recuperar Gibraltar y Menorca, pero se había creado otro con Gran Bretaña y Holanda que se sentían perjudicadas por el Tratado de Comercio abierto también a Austria.
Tomas Torres Peral