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24 DE FEBRERO DE 1530. En esta fecha, Carlos V fue coronado emperador en Bolonia por Clemente VII. La fecha del acontecimiento no fue casual, ya que ese día Carlos V cumplía treinta años. Tampoco lo fue la elección del edificio donde se celebró la ceremonia, la Basílica de San Petronio, el templo más emblema-tico de una ciudad que, por supuesto, había sido cuidadosa-mente escogida por el emperador y por el papa para evitar el recuerdo, aún cercano, del saco de Roma de 1527, durante el cual la vida del propio pontífice había corrido serio peligro.
No obstante, Carlos de Austria había sido consagrado emperador diez años antes. El 23 de octubre de 1520 en la catedral de Aquisgrán, la capital de Carlomagno, había recibido de manos del arzobispo de Colonia los santos óleos y las insignias imperiales correspon-dientes al título de Rey de romanos.
Pero la ratificación pontificia era necesaria para asegurar la legitimación del heredero imperial. Y el papa, el antiguo cardenal Julio de Médicis, sobrino de Lorenzo el Magnífico, había chocado con las pretensiones universalistas de Carlos. Además, había alentado una conspiración primero y una alianza después con Francisco I y varios estados italianos para expulsar de Italia a Carlos V.
Nada de esto, sin embargo, pareció vislumbrarse en la fastuosa ceremonia que tuvo lugar en Bolonia, que convirtió a Carlos V en el último emperador coronado por los príncipes electores y por el papa.
Susana García Ramirez
