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7 DE ENERO DE 1921
Muere el cabo Queija, primer Caballero Legionario caído en combate

Baltasar Queija de la Vega, un joven fibroso de apenas metro cincuenta de estatura, nació el 26 de marzo de 1900 en el pueblo de Minas de Riotinto (Huelva). Tenía 7 hermanos. Poeta aficionado, había ganado algunas pesetas como camarero antes de alistarse en el Tercio de Extranjeros, al que llegó en octubre tres ver un cartel de reclutamiento de la Legión Española. Un pasquín en el que se podía ver la silueta de un combatiente bajo el siguiente rótulo: «Alistaos en el Tercio de Extranjeros». Junto a este, se incluía una extensa información sobre las pagas y las bondades de la nueva unidad: «En la Legión encontraréis un buen haber, primas de enganche, comida sana y abundante, excelente vestuario…».

A la vista de las condiciones ofrecidas, Baltasar decidió hacer el petate y unirse para combatir en África. Con una prima de enganche de 700 pesetas, el 9 de octubre de 1920 el nuevo caballero legionario firmó un compromiso de cinco años. Antes de embarcar recibiría 2,5 pesetas diarias como viático, suficiente para la manutención hasta llegar a Algeciras, donde embarcó rumbo a Ceuta.

La Legión de Extranjeros en que se encuadró había sido creada por el coronel Millán Astray tan solo unos meses antes de la llegada del cabo Queija. La unidad había sido fundada en un intento de reducir la cantidad de soldados de leva obligatoria que morían por falta de experiencia para enfrentarse a los rifeños en las duras condiciones del norte de África (quien podía se libraba de ir al frente abonando la nada despreciable cantidad de 1.500 pesetas). El Tercio de Extranjeros seguía el ejemplo de la Legión Extranjera francesa e incluía en su ideario algunos rasgos del código samurái. Por tanto, no había restricciones para enrolarse en la unidad; daba igual ser español que marroquí. De hecho, Millán Astray jamás despreció a los extranjeros, pues consideraba que «cada africano vale por dos soldados españoles», debido a su adaptación al terreno.

A su llegada a tierras africanas, se encuadró en la 6ª compañía de la II Bandera. Allí se hizo cargo de una ametralladora Hotchkiss de 7 mm, un arma por toma de gases, sencilla y con un mecanismo fiable. Estas armas, sin embargo, necesitaban munición de mayor calidad que la de los rifles de cerrojo, a pesar de tener el mismo calibre. Ya en Ceuta, escuchó del mismo Millán Astray unas palabras que le impactarían profundamente:

¡Venís a morir! La Legión os abre sus puertas, os ofrece olvidos, honor y gloria. Vais a enorgulleceros de ser legionarios. Podéis ganar galones y alcanzar estrellas. Pero a cambio lo tenéis que dar todo sin pedir nada. Los sacrificios han de ser constantes y los puestos más duros y de mayor peligro serán para vosotros. Combatiréis siempre y moriréis muchos. ¡Quizás todos! ¡Caballeros legionarios! ¡Viva el Tercio! ¡Viva la muerte!

El 7 de enero de 1921 perdió la vida el cabo Baltasar Queija de la Vega, primer caído de la Legión Española durante las campañas en Marruecos. En ese fatídico día, su escuadra se encontraba protegiendo un servicio de aguada en el campamento de Zoco Arbaa, en Beni-Hassan, cuando fue sorprendida por un ataque inesperado por parte de un grupo de cabileños hostiles.

En plena emboscada, el cabo se vio rodeado por varios enemigos que intentaban arrebatarle su arma. Se defendió con coraje y determinación. Lamentablemente, las heridas recibidas terminaron por ser fatales. Su acción logró facilitar el fuego de sus compañeros, lo que hizo huir a los asaltantes. Su cuerpo, con el fusil asido en su pecho, se recuperó para recibir sepultura como el primer héroe caído de la Legión tras un solemne funeral.  En uno de los bolsillos de su uniforme se encontraron unos versos cargados de emoción, versos sirvieron de inspiración para la canción «El novio de la muerte».

Somos los extranjeros legionarios
El Tercio de hombres voluntarios
Que por España vienen a luchar

Millán Astray, por su parte, también exaltó la heroicidad del caído.

Fieles al juramento, al lema legionario y al honor militar, cuando llegó la hora del supremo sacrificio lo consumaron con heroico desprendimiento. Su bandera es ya gloriosa, sus hazañas son de todos conocidas; la Medalla Militar penderá arrogante en su sagrada insignia patria. ¡Salve, legionarios que disteis la vida por España! ¡Todos se descubren respetuosos ante vuestro inmortal recuerdo! Baltasar Queija de la Vega, el joven poeta, fue el primer legionario que murió en combate. Era un niño, de inteligente mirada y espontánea presteza. Hizo los versos, de todos conocidos, de exaltada pasión y espíritu guerrero; fue el trovador de la II bandera, y cantó, como el cisne, para luego morir.

Aquí la letra de «El Novio de la Muerte»:

Nadie en el Tercio sabía,
quien era aquel legionario
tan audaz y temerario
que en la Legión se alistó.
Nadie sabía su historia,
más la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo el corazón.

Más si alguno quien era le preguntaba,
con dolor y rudeza le contestaba:

«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera».

Cuando más duro era el fuego
y la pelea más fiera,
defendiendo a su Bandera
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo,
y la Enseña rescató.

Y al regar con su sangre la tierra ardiente
murmuró el legionario con voz doliente:

«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera».

Cuando al fin le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
«…Si algún día Dios te llama,
para mí un puesto reclama,
que a buscarte pronto iré».

Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba:

«Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera».

Manfredo Monforte Moreno

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