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Tercer hijo del capitán de Infantería de Marina D. Juan Manuel Peral Torres y de Dña. Isabel Caballero Díaz.
Sentó plaza de aspirante de Marina (01.06.1865), de guardiamarina navegó por Filipinas y Cuba y ya oficial, participó en operaciones de guerra en esta última y en las vascongadas durante la tercera carlista. Contrajo matrimonio con Dña. María del Carmen Cencio, con la que tuvo cinco hijos.
Alumno de la Escuela de Ampliación de Estudios de San Fernando (01.01.1877) y destinado enseguida a la Comisión Hidrográfica filipina. Ascendió a teniente de navío (21.07.1880). Publicó: Tratado teórico-práctico sobre los huracanes, recibiendo una Cruz del Mérito Naval.
En Cavite (01.07.1881) estando al mando del cañonero Caviteño de la Comisión Hidrográfica, un corte en un lunar de la cabeza, inadecuadamente tratado, originaría el tumor que le provocará la muerte.
Nombrado profesor de la Academia de Ampliación, ocupó las Cátedras de física, química y alemán, idioma que dominaba. Peral, imbuido del «genecolismo» imperante, consideró que los torpederos inadecuados para anular acorazados y maduró la idea del «torpedero submarino», vehículo no consumidor de oxígeno, que no cambiaría de peso durante su funcionamiento, ni emitiría gases irrespirables, publicando su: Proyecto de torpedero-submarino, cuyo cometido era la defensa del litoral español, y estimó necesarios 46 para conseguirla. Ante la crisis de Las Carolinas, decidió someterlo al claustro de la Academia, mereciendo su visto bueno y lo elevó al ministro de Marina, vicealmirante Pezuela (09.09.1885), tratando de no difundirlo prematuramente.
El Gobierno lo aprobó, ordenando se construyese y probase el aparato de profundidades de su invención. Sus dimensiones serian: eslora de 22 mts., manga 2’87 mts., desplazamiento 77 Tons. en superficie y 85 en inmersión. La propulsión, dos hélices movidas cada una por un motor de 30 HP, velocidad 7,7 nudos. Armamento: tres torpedos lanzables desde un tubo único situado a proa. Un tanque especial compensaría el peso de los torpedos lanzados.
Convocado por el ministro, Peral ofreció un exhaustivo informe de su proyecto que fue aprobado por el primero y por la Junta de Directores del Ministerio. El 29.09.1886, el ministro informaba al capitán general de Cádiz, autorizando un crédito de 5.000 pesetas, con el cual Peral montó el taller del «aparato de profundidades», invento que fue sometido a pruebas con éxito total.
Comenzada la construcción, la opinión pública se dividió entre entusiastas y detractores de Peral, polémica que involucró a las más altas instancias de la nación. Tras una frustrada y generosa donación a Peral, para su submarino, de parte del Sr. D. Carlos Casado del Alisal, sobrevino el fallecimiento de Alfonso XII y, en el nuevo Gobierno Sagasta, entró en Marina el almirante D. José María Beránger, que será clave en la cancelación del proyecto.
Durante la botadura (08.09.1888), entre entusiastas manifestaciones, recibió insidiosas críticas; v.g. el ingeniero Álvarez Cerón, miembro de la Comisión Técnica, hizo augurios injustificados sobre la inestabilidad del submarino.
En pruebas, se sumergió tres veces hasta siete metros con éxito. Después bajó hasta nueve metros, recorriendo 4’ en inmersión, manifestando: «(…) el problema de la navegación submarina estaba plenamente resuelto». Por ellas, recibió una Cruz roja del Mérito Naval de 2.ª Clase. S.M., y la reina Cristina le regaló un sable de su difunto esposo.
La Junta Técnica exigió pruebas superiores a las lógicas para un prototipo de la época. El Peral maniobró perfectamente, lanzó torpedos satisfactoriamente y, en la inmersión definitiva, navegó durante una hora a diez metros de profundidad, comprobándose conservaba su rumbo bajo el agua, pero, a juicio esa misma Junta, las pruebas militares fracasaron.
Finalmente, el ministro de Marina trasladó la siguiente R.O.:
“(…) el Consejo Superior (…) conforme con que el torpedero eléctrico submarino, no llena las condiciones que su autor prometía […] considera conveniente la construcción de un nuevo submarino según los planos (…) Peral y bajo su dirección; entendiéndose en dichos planos, que el proyecto en general y la ejecución de las obras han de ser examinadas, aprobados e inspeccionadas por las autoridades y centros a quienes reglamentariamente corresponde”.
Con ello su trabajo se fue al garete. D. Isaac solicitó su retiro y (05.01.1891) se lo concedieron, redactando un «manifiesto» que presentó en periódicos y revistas de Madrid, pero no fue publicado. Entró enseguida de ingeniero en la alemana Lewy & Kogherthaler y, tras un año en ella, pidió la baja para crear su empresa, «Centro Industrial y de Consultas Electro-Mecánicas Isaac Peral», realizando proyectos industriales. Creó, también, una fábrica de acumuladores de su patente y más de treinta centrales eléctricas en diversos puntos de la Península.
Se trasladó a Berlín para someterse a una operación del tumor de cabeza, pero una meningitis sobrevenida provocó su muerte (22.05.1895). Tras su entierro en Madrid, sus restos fueron trasladados a Cartagena donde recibieron un impresionante homenaje popular.
José María Blanco Núñez