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El Imperio Romano había alcanzado sus mayores dimensiones en el siglo III, pero al final de este siglo era ya ingobernable y apenas resistía la presión de los pueblos bárbaros en sus limes.
En el año 284 d.C., para intentar regular este caos, Diocleciano estableció la «tetrarquía», un sistema de gobierno que repartía la responsabilidad del Imperio entre dos emperadores mayores, o Augustos, que simultáneamente nombraban a sus dos subalternos y sucesores con el nombre de Césares, que tras veinte años pasarían a ser Augustos.
El Imperio Romano quedaba, de esta manera, bajo el mando de dos Augustos y dos Césares, los primeros se encargaban de la defensa del Imperio y los Césares (investidos de imperium) los ayudaban y reemplazaban en caso de impedimento o muerte.
Diocleciano, como creador del sistema, se quedó para sí una «especie» de poder supremo por encima de los demás, haciéndose llamar Augusto Senior y en su reinado se concluyeron las obras de reconstrucción y refuerzo de los fuertes de la frontera alta del Rin, Egipto y la frontera con Persia.
Al inicio del siglo IV, la tetrarquía que gobernaba el imperio estaba formada por dos Augustos: Diocleciano y Maximiano, y dos Césares, Constancio Cloro (padre de Constantino) y Galerio (padre de Majencio).
El año 305 marcó el final de la primera tetrarquía con la «jubilación» de los dos Augustos por lo que los dos Césares «ascendieron» a la categoría de Augustos, quedando esta segunda tetrarquía formada por Constancio Cloro y Severo II (como Augusto y César de occidente) y Galerio y Maximino Daya, en la parte oriental del Imperio.
Constancio Cloro enfermó durante la campaña contra los pictos en Caledonia, muriendo el 25 de julio de 306, y su hijo Constantino (Constantino I el Grande), que se encontraba junto a él en Eboracum (actual ciudad de York) fue proclamado unilateralmente Augusto por su general Chroco (de ascendencia germánica) y aceptado rápidamente en Britania y Galia.
Simultáneamente, Severo II era proclamado Augusto por Galerio mientras el pueblo de Roma nombraba Imperator a Majencio, hijo del anterior tetrarca Maximiano, extendiendo su poder al Norte de África, Italia central y meridional, las islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia, reclamando para sí el título de Augusto que ostentaba Severo II.
Comenzó, de esta manera, un período de 20 años de inestabilidad y conflictos que culminó con la derrota de Majencio, por parte de Constantino, en Puente Milvio (Roma), en octubre de 312, y posteriormente la nueva victoria de Constantino contra Licinio, líder de la parte oriental del imperio, derrotado en julio de 324 cerca de Adrianópolis.
Tras haber restablecido la unidad del imperio, el victorioso Constantino se trasladó a Nicomedia (actual Izmit, en el mar de Mármara) buscando un lugar para establecer una nueva capital y la fijó en Bizancio, antigua ciudad helena fundada en el 667 a.C. por colonos de Megara, en el estrecho que separa Europa de Asia.
El 11 de mayo del año 330 Constantino I el Grande consagró Bizancio, con el nombre oficial de Nova Roma, como nueva capital del Imperio. Los límites de esta ciudad, situada en un promontorio a la entrada del Bósforo, cerca del estrecho canal que se abre al Mar Negro (Ponto en griego) por el norte y al Mar de Mármara al sur, fueron definidos mediante un arado y, al terminar, miles de obreros empezaron a levantar las nuevas murallas que aislarían la ciudad del continente y que fueron progresivamente ampliadas hasta alcanzar casi siete kilómetros (desde el Mar de Mármara hasta el estuario denominado Cuerno de Oro). La ciudad original tenía siete colinas (como Roma), requisito para ser llamada Nova Roma.
Bizancio no recibió la dedicación a ningún dios pagano ya que el cristianismo (según la visión de Constantino en Milvio) era la religión que lo había llevado al poder, quedando la ciudad bajo la protección de reliquias sagradas.
En el año 395, con la división del Imperio Romano entre un Imperio de Occidente y otro de Oriente, Bizancio se convirtió en la capital del Imperio de Oriente, llegando a ser, en poco tiempo, una de las principales metrópolis de su tiempo.
A la muerte de Constantino, Bizancio recibió el nombre de Constantinopla, y en 1453, fecha en que pasó a manos del Imperio Otomano, cambió su nombre por Estambul.
José E. Roldán Pascual