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El 14 de mayo de 2010 se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto 636/2010 de funcionamiento y estructura orgánica básica del Museo del Ejército. El Museo adquiría así la que es hoy su carta de naturaleza: un Museo Nacional afectado al Ministerio de Defensa. Pero no nacía entonces, se había originado ya en 1803 como Real Museo Militar, se dividió en dos museos independientes en 1827, el de Artillería y el de Ingenieros, se convirtió en 1932 en el Museo Histórico Militar y, llegado el año 1940, tomó el nombre, que aún conserva, de Museo del Ejército.
Una larga historia de traslados y reacondicionamientos acompañó a estos cambios de nombres, de contenidos, objetivos y funciones. Sus sedes madrileñas fueron tres: el parque de Monteleón, el Palacio de Buenavista y finalmente el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Hasta que, en 1996, con motivo de la ampliación del Museo del Prado, se decidió en Consejo de Ministros trasladar el Museo del Ejército a Toledo. Se preparó para recibirlo el edificio del Alcázar, en el que entonces existía una Sección Delegada del mismo y un Museo del Asedio.
La operación que se completaba exitosamente en mayo de 2010 con la publicación de este Real Decreto y su inauguración oficial el 19 de julio de ese mismo año, fue especialmente compleja. Había requerido del concurso de tres administraciones: la General del Estado, con el Ministerio de Educación y Cultura y el Ministerio de Defensa a través del Ejército de Tierra como principales protagonistas; la autonómica, pues el traslado implicaba a la Comunidad Autónoma de Madrid y de Castilla-La Mancha; y la local, con la intervención de la ciudad de Toledo en su calidad de ciudad patrimonio de la Humanidad.
Con la inauguración en 2010 del renovado Museo del Ejército quedaban atrás catorce años de intenso trabajo de discusión y elaboración de un plan museológico acorde a las nuevas funciones y objetivos de un museo moderno; de obras para el acondicionamiento de la nueva sede; de estudio exhaustivo de las colecciones, de localización o adquisición, en su caso, de fondos con los que completar el doble discurso del que se dotó, uno histórico y otro temático; de restauración y preparación de los aproximadamente 5000 fondos destinados a su exposición permanente y de los 32.000 restantes que quedarían depositados en sus especializadas áreas de reserva.
Hoy, once años después de su renovación, todo aquel trabajo sigue siendo visible, corrigiéndose errores, completándose lagunas, reforzando la misión del museo de conservación y difusión del patrimonio militar y haciendo conocer sus colecciones en foros internacionales. La próxima edición del Congreso Internacional de ICOMAM, el Comité Internacional de Museos y Colecciones militares de ICOM, en septiembre de este año, así lo corrobora.
Mónica Ruiz Bremón