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La primera parte de El Quijote se imprimió en Madrid, en casa de Juan de la Cuesta, a finales de 1604, con el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Salió a la venta el 16 de enero de 1605, en una edición bastante estropeada, de impresión manual descuidada, con lagunas (dos páginas menos) y con numerosos errores, por culpa de la celeridad que imponía el contrato de edición. Esta obra se reimprimió ese mismo año, y en el mismo taller, por lo que existen dos ediciones del 1605 ligeramente distintas.
Cervantes dedica esta primera parte de El Quijote a D. Alfonso Diego López de Zúñiga-Sotomayor y Pérez de Guzmán, VI Duque de Béjar y grande de España y la obra comienza describiéndonos a un tal Alonso Quijano, hidalgo pobre, enloquecido por la lectura de los libros de caballería y creyéndose, el mismo, un caballero medieval. Tras armarse como tal en una venta, que él ve como castillo, le suceden toda suerte de aventuras en las que el personaje principal, impulsado por su bondad y su idealismo, busca desfacer agravios ayudando a desfavorecidos y desventurados. Profesa un amor platónico a Dulcinea del Toboso, que es, en realidad, una moza labradora «de buen parecer»: Aldonza Lorenzo.
En todas sus aventuras, Don Quijote, siempre acompañado de su fiel «escudero» el labriego Sancho Panza, hombre bien aferrado al terreno y a la realidad, mantiene con él amenas conversaciones que revelan sus muy distintas personalidades mientras fraguan una amistad basada en el respeto mutuo
Existió, según parece, una novela más corta, que sería una de sus futuras Novelas ejemplares, que fue divulgada e impresa con el título de El ingenioso hidalgo de la Mancha. La inspiración de Cervantes para componer esta obra vino del llamado Entremés de los romances, que era de fecha anterior. Su argumento ridiculiza a un labrador que enloquece creyéndose héroe de romances, dicho labrador abandona a su mujer y se echa a los caminos, al igual que Don Quijote.
La segunda parte de esta obra, El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, debería esperar 10 años, hasta 1615, para ver la luz.
La novela fue recibida en su tiempo como como libro de entretenimiento, como regocijante libro de burlas o como divertida parodia de los libros de caballería, intención que el propio autor quiso mostrar en su prólogo, si bien no se le ocultaba que había tocado en realidad un tema tan profundo que se escapaba de cualquier proporción.
Muchas interpretaciones ha tenido El Quijote a lo largo de la historia: los románticos identificaban el personaje con su creador, haciendo que en Don Quijote se reflejaran los rasgos de su autor, ambos viejos y desencantados.
Durante el siglo XIX, el personaje cervantino se convierte en un símbolo de bondad, de sacrificio solidario y de entusiasmo, representando al emprendedor que abre nuevos caminos.
El siglo XX recuperó la interpretación jocosa pero no dejó de ahondarse en la simbólica, creciendo las lecturas esotéricas y disparatadas.
En El Quijote, recuerdo de una España que es tierra de encuentro de las tres religiones reveladas, se representa el futuro de un vasto proyecto cultural colocando en su centro el poder del verbo. Es la primera obra literaria en castellano que se puede clasificar como novela moderna y, también, como primera novela universal por contener, en sí misma, numerosos géneros literarios y, como tal, ejerció un influjo abrumador en toda la narrativa europea posterior.
El Quijote ha merecido estar entre las obras cumbres de la literatura y su autor, junto a Dante, Shakespeare, Montaigne y Goethe, se ha convertido en un autor insigne de la literatura universal. La influencia de Cervantes en esta literatura ha sido tal, que la misma lengua española suele ser llamada «lengua de Cervantes».
José Emilio Roldán Pascual