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El 19 de junio de 1880 se procedió por S.M. el Rey Alfonso XII a la colocación de la primera piedra para el «Asilo de huérfanas del Instituto de la Guardia Civil». El simbólico acto, del que se hizo eco la prensa de época, tuvo lugar en la finca «El Juncarejo», sita en el municipio madrileño de Valdemoro. El terreno había sido donado a la Benemérita por Diego Fernández Vallejo, marqués de Vallejo, escriturándose el 1º de noviembre de 1878, previa autorización para su aceptación por Real Orden de 29 de octubre último. La realización de las obras había sido autorizada por una Real Orden del Ministerio de la Guerra de 2 de enero de 1879.
Tan sólo diez días después, el director general de la Guardia Civil, teniente general Fernando Cotoner Chacón, marqués de La Cenia, emitía una circular en la que tras agradecer la generosidad de los marqueses de Vallejo, reconocía la necesidad de abrir en el Cuerpo, «un ancho campo de instrucción y porvenir a los huérfanos e hijos de aquél, a quienes no es suficiente la Compañía de Guardias Jóvenes, toda vez que existen 309 aspirantes varones sin poder ocupar plaza, viéndose además todas las hembras privadas de análogo recurso”. Para ello expuso seguidamente el ejemplo a imitar del Arma de Infantería, “que por la asociación general de sus individuos sostiene en Toledo dos asilos de huérfanos de ambos sexos».
El día de la ceremonia, la comitiva real llegó en tren a la estación de Valdemoro, siendo recibida por el general Cotoner. Una compañía del 14º Tercio del benemérito Instituto rindió los honores de ordenanza. Acompañaban a Alfonso XII, su esposa la Reina María Cristina y sus hijas, las Infantas María de la Paz y Eulalia, así como un séquito compuesto, entre otros, por el ministro de la Guerra, teniente general José Ignacio de Echavarría del Castillo, marqués de Fuente Fiel; el teniente general Francisco de Ceballos Vargas, marqués de Torrelavega; el teniente general Rafael Echagüe Bermingham, conde del Serrallo; el obispo de Areópolis, Ciriaco María Sancha Hervás; y los consejeros de Estado Emilio Cánovas del Castillo, Pedro Antonio de Alarcón Ariza y Andrés Salavert Arteaga. Entre otras autoridades y personalidades presentes se encontraban el senador José Pérez-Osorio Silva, marqués de Alcañices; el coronel de Caballería Pedro Agustín Girón y Aragón, III duque de Ahumada; el mentado marqués de Vallejo; el gobernador militar de Madrid, mariscal de campo Zacarías González Goyeneche; el alcalde de Valdemoro Facundo Fernández Catalina; el brigadier secretario de la Dirección General de la Guardia Civil José Arderius García; los coroneles del Cuerpo Carlos Denis Trueba, Francisco García Osorno y Manuel Giraldo López, así como el teniente coronel Vicente García Aguado.
Tras trasladarse a la iglesia parroquial donde se celebró una misa, todos los presentes se desplazaron a la finca «El Juncarejo», en cuya parte más alta estaba prevista la construcción del edificio bajo la dirección del arquitecto Bruno Fernández de los Ronderos. Allí rindió honores el Batallón de Guardias Jóvenes con bandera, banda y música, todo ello bajo el mando del comandante Romualdo Galindo Ingarriza, como jefe de la «Comandancia de Valdemoro». En el interior de esa primera piedra simbólica se depositó un ejemplar de la Gaceta de Madrid del día, una copia de la escritura y veinte monedas de curso legal.
Esa misma fecha el director general dictó una orden general en la que además de agradecer la presencia del Rey y su Familia, destacó que «cesa el exclusivismo que existía a favor de los hijos del Cuerpo, y todos, sin distinción de sexo, serán atendidos por igual».
Terminadas las obras en 1885 el colegio comenzó su andadura bajo el cuidado de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, con una capacidad inicial para cien alumnas en régimen de internado. En la actualidad, dicho centro, bajo el nombre de «Marqués de Vallejo», es el colegio de huérfanos de la Guardia Civil, donde cursan sus estudios escolares niños y jóvenes de ambos sexos que tienen aquella condición, así como quienes sin tenerla guardan vinculación con el benemérito Instituto.
Jesús Narciso Núñez Calvo