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Entre los años 1618 y 1648, se desarrolló en Europa la Guerra de los Treinta Años que enfrentó a la mayoría de las potencias europeas de la época.
El conflicto tuvo varias fases, iniciándose como una guerra religiosa, debido a la fractura europea surgida por el enfrentamiento entre reforma y contrarreforma, pero la sucesiva entrada de otros países en el conflicto conllevó otros intereses. Así pues, una guerra que, en un principio, fue entre católicos y protestantes llegó a verse como un conflicto entre países que intentaban sacar beneficio de las batallas.
La Guerra de los Treinta Años se suele dividir en cuatro fases y la batalla de Rocroi se enmarca en la cuarta de estas fases, la que se suele denominar «fase francesa». Esta parte de la guerra se caracteriza por la entrada en el conflicto de Francia, enfrentada a la unión de alemanes y españoles, debilitados éstos por tantos años de guerra.
Los españoles, al mismo tiempo que se enfrentaban a otros estados, tenían graves problemas internos en Cataluña, con la llamada Guerra de los Segadores que consistía en una grave y prolongada sublevación de los catalanes, que duró casi veinte años, y a la que se le puede atribuir, en parte, la derrota de los españoles en la Guerra de los Treinta Años.
En 1643, para disminuir la grave presión que sufría la zona del Franco Condado y la parte catalana, los españoles atacaron la parte norte de Francia, sitiando Rocroi, una pequeña ciudad situada cerca de la frontera de Francia y Bélgica. Al ver esta situación los franceses mandaron tropas para detener el sitio y buscar el combate en campo abierto.
Las tropas enviadas por los franceses estaban mandadas por el duque de Enghien, que años más tarde se convertiría en Luis II de Borbón. Las tropas españolas, compuestas por tercios propiamente españoles además de contingentes italianos, alemanes y valones, eran algo menos numerosas que los 24.000 hombres de los que disponían los franceses, y estaban al mando de Francisco de Melo, un político español que había gobernado Sicilia y que en esos momentos era gobernador de los Países Bajos.
Tras la llegada de los franceses hubo un descanso de dos días, en los cuales ninguno de los dos bandos intentó ningún ataque preparándose para la batalle que iba a tener lugar. Fue en este momento cuando un desertor español avisó a los franceses que debían atacar la ciudad ya que los españoles habían pedido refuerzos, que no tardarían en llegar.
En la madrugada del 19 de mayo de 1643, la infantería francesa realiza el primer ataque contra los españoles que fracasa tras una gran defensa de los tercios, pero la caballería francesa provocó la huida de los tercios italianos, primero, y luego de las tropas alemanas.
Las embestidas francesas se estrellaron una y otra vez contra los tercios españoles, pero la recuperación de varios cañones por los franceses desequilibró la balanza, aunque los españoles, a pesar de las bajas, seguían sin rendirse, pegados al terreno.
El duque de Enghien, temiendo la llegada de los refuerzos españoles, ofreció a éstos una rendición honrosa: salida del campo de batalla en formación, conservando las armas y con las banderas desplegadas y dejando marchar la tropa hasta España, sin que nadie les molestara. Así ocurrió, y los supervivientes de Rocroi, aproximadamente la mitad de la fuerza, regresaron a tierra española.
Francia se apresuró a explotar propagandísticamente esta victoria, y España inició un declive militar con el fin de la hegemonía de los tercios españoles, considerados hasta entonces las tropas más fuertes de Europa.
La derrota trajo consigo la firma del tratado de los Pirineos, que cambió radicalmente el panorama europeo.
José Emilio Roldán Pascual