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«Houston, aquí base Tranquilidad: el Águila ha aterrizado». A las 20:17:39 UTC del 20 de julio de 1969, el módulo lunar Eagle se posó suavemente sobre la superficie lunar. Habían transcurrido 102 horas y 45 minutos desde el lanzamiento, el 16 de julio, del Apolo XI desde el Pad 39A en el Centro Espacial Kennedy.
El Apolo XI fue la primera misión con tripulación que aterrizó en la Luna. Su tripulación incluía al comandante Neil Armstrong, al piloto del módulo de mando Michael Collins y al piloto del módulo lunar Buzz Aldrin.
Aproximadamente siete horas después, a las 109 horas y 42 minutos del lanzamiento, Armstrong pisó la luna y pronunció la célebre frase «Este es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad».
Armstrong y Aldrin permanecieron 22 horas en la Luna, de las cuales estuvieron 2 horas y 36 minutos fuera del Eagle recorriendo la superficie con sus propios pies. Mientras tanto, Collins se quedó en órbita para dirigir el módulo de mando, y como comentó tiempo después, «siendo la persona más solitaria de todo el universo».
Después de un vuelo de 195 horas, 18 minutos y 35 segundos, el módulo de mando Columbia amerizó en el Océano Pacífico a 13 millas del barco de recuperación USS Hornet.
Fue una misión de records, se recorrieron 1,7 millones de kilómetros, 600 millones de personas vieron por televisión en directo la llegada del hombre a la Luna y se realizó la llamada de más larga distancia de la historia, desde la Casa Blanca hasta la Luna, a más de 300,000 kilómetros de distancia
También fue el zenit del programa Apolo y su misión más mediática, un programa que entre 1961 y 1972 cubrió 22 misiones y puso en el espacio a 27 astronautas y la primera estación espacial de los Estados Unidos, el Skylab.
El cohete Saturno V, que lanzó al espacio a los astronautas del Apolo 11 y fue la base del programa Apolo, con 4.000 toneladas de empuje, 110 metros de altura y un peso de casi 3.000 toneladas ha sido, hasta la llegada del Starship de Spacex, el cohete más potente, alto y pesado jamás lanzado.
Para la pequeña historia quedan los formularios de aduanas declarando muestras de roca y polvo lunar que tuvo que firmar la tripulación a su regreso a Estados Unidos o el formulario de gastos de viaje para su reembolso por 33,31 dólares que presentó Buzz Aldrin
Para la reflexión queda el cierre de comunicación programado por el Centro de Control y la frase del discurso que el Presidente Nixon nunca tuvo que pronunciar: «Estos valientes, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no hay esperanza para su recuperación. Pero también saben que hay esperanza para la humanidad en su sacrificio».
Para la humanidad queda el éxito del enorme esfuerzo colectivo en el que trabajaron más de 400.000 ingenieros, técnicos y científicos y las 200 horas que cambiaron el mundo.
Jesús Alonso Martín