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Tan pronto como Miguel López de Legazpi desembarcó en Cebú comenzó la exploración y conquista de las islas más próximas del archipiélago filipino. Allí encontró dos legados de Magallanes: la gran cruz y la imagen del Niño de Cebú, que sigue adorándose en la actualidad. En el primer informe que Legazpi envió a la Corona mostraba una tierra pobre en rendimiento y ausente de especias, salvo la canela. Solo al norte, en la isla de Luzón, se cultivaba el arroz y se conocía un contacto regular con juncos chinos, por lo que si se pretendía potenciar el comercio era recomendable asentarse en dicha isla. La ocupación del archipiélago fue una obra magistral de Legazpi, que supo ganarse el respeto y la confianza de los lugareños.
El 24 de junio de 1571, el año en que se derrotó al turco en Lepanto, tras algunas escaramuzas con indígenas y piratas, se procedió a fundar la ciudad de Manila. La bahía donde se ubicaba podría albergar a una numerosa flota y recordaba mucho a la de Acapulco. El marino y explorador francés La Perouse manifestaría más tarde: «Manila is perhaps the best situated city in the world». Se llegó a un acuerdo para que intramuros se asentaran los españoles y, extramuros los locales, así como algunos comerciantes chinos y japoneses, que con el tiempo irían incrementando su población hasta formar un Chinatown llamado Parián, que fue el centro de negocios de la ciudad.
Manila, base del conocido Galeón que la uniría con Acapulco, llegó a ser un puerto comercial de primer orden en el sudeste asiático, por lo que en el siglo XVII se convertiría en objeto de deseo de holandeses e ingleses, que en numerosas ocasiones trataron de hacerse con la ciudad. En 1611 los dominicos fundarían la universidad de Santo Tomás, la más antigua de Asia, que se mantiene operativa en la actualidad.
Enrique Tapias Herrero