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El 24 de septiembre se conmemora el nacimiento, en 1905, en Luarca (Asturias), de Severo Ochoa de Albornoz, médico, bioquímico y biólogo molecular, premio Nobel en Fisiología y Medicina.
A la temprana edad de 7 años quedó huérfano de padre, trasladándose junto a su madre a Málaga, donde realiza los estudios de primaria y bachillerato, graduándose en 1921. Aunque en un primer momento estuvo tentado a estudiar ingeniería, finalmente, influenciado por sus profesores de bachillerato y por las publicaciones de Santiago Ramón y Cajal, primer científico español galardonado con el premio Nobel, se decantó por la Medicina, matriculándose en 1923 en la Universidad Complutense de Madrid.
En realidad los estudios de medicina eran el camino para introducirse en la biología, ya que por aquel entonces no existía dicha titulación, interesándole más esta disciplina que la práctica médica.
Durante sus estudios universitarios ya empezó a hacer pequeños trabajos de investigación en laboratorio sobre la creatinina, conjuntamente con su compañero y amigo José María García Valdecasas, siguiendo la invitación de su profesor de fisiología Juan Negrin. También colaboró con el profesor José Domingo Hernández Guerra, profesor auxiliar de Negrin, en la elaboración del manual «Elementos de Bioquímica» destinado a los estudiantes de fisiología. En 1928 finalizó brillantemente sus estudios en Medicina.
Su tiempo en la universidad no sólo le sirvió para formarse sino también para consolidar su verdadera vocación por la investigación en el campo de la bioquímica y la biología molecular. Su desahogada posición económica le permitió viajar al extranjero y conocer y trabajar con importantes personalidades en estos campos.
La primera década de su larga carrera investigadora estuvo marcada por un continuo ir y venir por las principales universidades y laboratorios de investigación europeos: la Universidad de Glasgow, el Instituto de Biología de la Sociedad Kaiser Wilhelm en Berlín, la Facultad de Medicina de Madrid, el Laboratorio de Meyerhof de Heidelberg, el Laboratorio de Biología Marina de Plymouth, el laboratorio de Rudolph Peters en la Universidad de Oxford, etc. En muchos de ellos tuvo la oportunidad de trabajar con futuros premios Nobel.
En 1940, ante la convulsa situación política en Europa, se traslada a Estados Unidos en búsqueda de una mayor estabilidad. Durante los dos primeros años trabajó en el Departamento de Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en Saint Louis, y a partir de 1942, lo hace en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde permaneció, ocupando distintos puestos hasta su jubilación. En 1956, junto a su mujer Carmen, se les reconoce la ciudadanía estadounidense.
En 1985 se trasladó definitivamente a España, donde permaneció hasta su muerte, el 1 de noviembre de 1993.
Entre las grandes aportaciones de Severo Ochoa a la ciencia cabe destacar sus investigaciones en el campo de las enzimas, cuyos trabajos culminan con el premio Nobel de Fisiología o Medicina, en 1959, compartido con su discípulo Arthur Kornberg, por sus descubrimientos sobre el mecanismo de la síntesis biológica del ácido ribonucleico (ARN) y del ácido desoxirribonucleico (ADN), que jugarían un papel fundamental en el descifrado del código genético.
Las aportaciones científicas de Severo Ochoa en los campos de la Bioquímica y la Biología Molecular son indiscutibles y nos han ayudado a comprender mejor el mecanismo de la vida. En reconocimiento a ello son numerosos los premios y galardones recibidos. Fue el impulsor de la creación, en 1975, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de gran prestigio internacional en la investigación en Biología Molecular, y numerosos centros, becas y premios honran hoy día su memoria.
Jesús Manrique Braojos