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El 3 de mayo de 1469 nacía en Florencia Nicolás de Maquiavelo, considerado el padre de la Ciencia Política moderna. Sirvió en la administración florentina desde la que contempló un periodo convulso de la vida de su ciudad, desde la llegada la República hasta el retorno de los Médicis y su destierro. Sus libros hechos desde las reflexiones inspiradas en tan turbulento periodo han quedado para la Historia.
La guerra es recurrente en su pensamiento toda vez que «esta es la actividad política más relevante que pueda emprender un Estado». De hecho, este llega a afirmar en su gran clásico, El Príncipe (1513): «Un príncipe no debe tener otro objeto, otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y disciplina de los ejércitos, porque es el único que se espera ver ejercido por el que manda». En El arte de la guerra, un libro más tardío (1521), insiste en tales planteamientos.
Clausewitz, el intérprete de Napoleón y apóstol de la naturaleza política de la guerra, habitualmente muy crítico con otros tratadistas, reconoció expresamente que Maquiavelo «tenía buen sentido para analizar los temas militares». Maquiavelo dotó a la guerra de un nuevo marco interpretativo al considerarla una «herramienta de la política», algo que superaba cualquier norma, código o ética.
Considera la guerra una actividad en la que lo decisivo es la voluntad. Se está derrotado cuando se acepta tal cosa y nunca antes. Vencer es convencer sobre la inutilidad de la lucha; pretende que la parte contraria abandone cualquier expectativa y, consecuentemente, acceda a una negociación que le permita satisfacer sus objetivos.
«Son necesarias las armas cuando no hay esperanza fuera de ellas». Esta frase que utiliza Maquiavelo en El Príncipe es una cita literal de Tito Livio y es la primera justificación moral de la guerra que se ha hecho en la historia de Occidente.
Los modelos de héroes que oferta Maquiavelo los toma del mundo clásico: Alejandro Magno, Aníbal, Escipión el Africano… son líderes de éxito más que virtuosos, más conocidos por su valentía que por su honradez. No es gente siempre violenta sino sólo cuando conviene. El príncipe debe ser capaz de «no alejarse del bien, pudiendo hacerlo, sino saber entrar en el mal, si es necesario». La propuesta de Maquiavelo por la violencia es así una opción racional y se suma a un tipo de liderazgo íntimamente ligado a la acción. Maquiavelo cultiva la osadía.
En cuanto al liderazgo, los ejemplos de los que nos dota Maquiavelo son claros: Alejandro Magno y Cesar Borgia o Fernando el Católico, hay discrepancias, que tal vez fuera ese «príncipe de nuestro tiempo, cuyo nombre no conviene mencionar, predica continuamente la paz y lealtad, siendo en realidad enemigo de ambas; de hecho, sí hubiese observado tanto la una como la otra, habría perdido repetidas veces el prestigio y el Estado».
Una de sus frases célebres es «no debemos dejar nacer un desorden para evitar una guerra, porque acabamos no evitándola; la diferimos únicamente: y no es nunca más que con sumo perjuicio nuestro». Napoleón la consideraba una regla básica de su conducta.
La aportación de Maquiavelo a la problemática de la guerra es precursora, se adelanta a Clausewitz y describe algunos de los paradigmas más relevantes de las Ciencias Militares. También se adelantó al propio Weber solicitando para el Estado el monopolio de la violencia legítima. La lectura meditada de su trabajo es aún hoy obligada.
Federico Aznar Fernández-Montesinos