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4 DE SEPTIEMBRE DE 1479
Tratado de Alcaçobas
En 1479, el 4 de septiembre, se firmó el tratado de Alcaçobas en esa ciudad portuguesa, entre los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal, ratificado después en Toledo el 6 de marzo de 1480. Por las cuestiones abordadas, el tratado tuvo un gran impacto en la política, no ya peninsular, ni siquiera europea, sino global.
Se buscaba un acuerdo de paz duradero para dar término al conflicto de fronteras entre ambos reinos durante la década de los setenta y a la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479). Se reconocía a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y la pretendiente Juana la Beltraneja perdía su derecho al trono y quedaba exiliada en Portugal hasta su muerte. Ambas monarquías renunciaron a algún derecho sobre el otro trono y se acordó el matrimonio entre Alfonso, heredero portugués, e Isabel, primogénita de los Reyes Católicos (Tercerías de Moura).
Sin embargo, uno de los puntos más destacables es que por primera vez las dos coronas ibéricas que liderarían la expansión europea en otros continentes negociaron el reparto de los espacios marítimos atlánticos. El tratado es el precedente de las futuras negociaciones entre España y Portugal tras el descubrimiento de América que culminaron en el acuerdo logrado en Tordesillas en 1494. El papa Sixto IV sancionó lo acordado en Alcaçobas mediante la Bula Aeterni Regis (1481).
Se cedieron a los reyes de Portugal todas las tierras descubiertas y cuantas se hallasen en adelante «de las islas de Canaria para abajo contra Guinea», con excepción del propio archipiélago como posesión de Castilla. De esta forma, se le concedía a Portugal el dominio sobre las Azores, Madeira y todo lo «descubierto y por descubrir» al sur del cabo Bojador.
Los Reyes Católicos reconocieron así la preeminencia portuguesa en África comprometiéndose a no enviar expediciones hacia esos territorios sin el consentimiento portugués. El tratado dio una respuesta al empeño portugués de lograr un reconocimiento de sus islas atlánticas y las costas africanas. La orientación de la expansión extrapeninsular de Portugal y de la Monarquía de los Reyes Católicos quedó desde entonces sellada con el reconocimiento del monopolio de las navegaciones africanas portuguesas y dando expresamente a Castilla la soberanía sobre Canarias, y de forma implícita, sobre el resto del Océano.
Arturo García-Vaquero Pradal