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En 1806, Inglaterra estaba en guerra contra Napoleón, quien la sometía a un bloqueo comercial. Agravada su situación por la pérdida de sus colonias en Norteamérica, volvió sus ojos a posesiones europeas en América del Sur. Conocedora de las riquezas del Virreinato del Río de la Plata, decidió que ese sería su objetivo.
Tras una primera invasión de la que tuvo que retirarse, se produjo el envío de dos flotas británicas. Bajo el mando del teniente general John Whitelocke, el ejército inglés disponía de 12.000 hombres.
Tras tomar la ciudad de Maldonado, el 29 de octubre de 1806, se dirigieron a Montevideo. Después fuertes bombardeos, el 3 de febrero de 1807 tomaron la ciudad. El gobernador Ruiz Huidobro cayó prisionero.
Indignados por el comportamiento del virrey Sobremonte, el cabildo de la ciudad de Buenos Aires se reunió y lo destituyó. En su lugar nombraron al capitán de navío Santiago Liniers.
El 10 de mayo de 1807 Whitelocke llega a Montevideo y asume el mando de todas las fuerzas inglesas. Los ingleses desembarcan en Ensenada el 28 de junio e inician la marcha sobre Buenos Aires.
El 4 de julio, el ejército inglés se aproximó a la ciudad. Tras derrotar a las fuerzas de Liniers en el combate de Miserere y obligarle a retirarse, Whitelocke cometió el error de no ordenar la entrada inmediata en la ciudad, dando tiempo a sus defensores para organizarse. El 5 de julio entraron los ingleses en doce columnas, pero fueron sorprendidos por la gran resistencia de las milicias y obligados a una feroz lucha cuerpo a cuerpo. Los invasores sufrieron una gran cantidad de bajas.
Una vez derrotada la mayoría de las columnas, Liniers exigió la rendición. El 7 de julio, Whitelocke aceptó las condiciones de la capitulación, a las que se había añadido la exigencia de abandonar Montevideo.
Las tropas británicas abandonaron Buenos Aires el 7 de julio y Montevideo el 7 de setiembre. Poco después llegaron a Londres las noticias de la derrota de Whitelocke. Sometido a un consejo de guerra, fue declarado culpable de todos los cargos y mereció una severa sentencia: «Que dicho teniente general Whitelocke sea dado de baja y declarado totalmente inepto e indigno de servir a Su Majestad […]»
Leamos algunos párrafos de un artículo publicado en Londres titulado «Evacuación de Sudamérica» (The Times, 14 de septiembre de 1807, pág 3):
«El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde la guerra revolucionaria, fueron publicados ayer en un número extraordinario […].
»El comandante en jefe parece haber estado en la más perfecta ignorancia, tanto acerca de la naturaleza del país que debía atravesar, como sobre el monto y el carácter de la resistencia que debía esperar. Con el propósito, suponemos, de evitar un encuentro molesto, desembarca a treinta millas del lugar donde debía operar, prosigue su marcha a través de un recorrido lleno de pantanos, cortado por riachuelos y finalmente, con un ejército jadeante y exhausto se asienta frente a una plaza fortificada enteramente, en la cual, según el tenor de su despacho, “llovían sobre él metrallas desde todas las esquinas y desde los techos de todas las casas, mosquetazos, granadas de mano, ladrillazos y piedras”.
»Este ha sido un asunto desgraciado de principio a fin. Los intereses de la nación, así como su prestigio militar, han sido seriamente afectados. El plan original era malo, y mala la ejecución […].
¿Cómo podría esperarse que estuvieran con nosotros las manos o los corazones del pueblo, si los primeros que ocuparon la ciudad se mostraron menos ansiosos de conciliarse con los habitantes que de colocar fuera de peligro el botín obtenido? […]».José Manuel Roldán Tudela