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El día 21 de septiembre de 1895 nacía, en la ciudad de Murcia, Juan de la Cierva Codorníu, hijo de Juan de la Cierva Peñafiel y de María Codorníu Bosch. Su padre era, en aquellas fechas, alcalde de Murcia y dirigente destacado del partido conservador, lo que le llevó a ser diputado a Cortes en todas las legislaturas de 1896 a 1923, Director General de Registros y Notariado (1902), gobernador civil de Madrid (1903) y, posteriormente, Ministro de Instrucción, de Gobernación, de Guerra, de Hacienda, de Fomento y Guerra y, finalmente, de Fomento en el último gabinete de la Monarquía (1931).
Juan heredaría de su padre la firmeza de carácter y la enorme capacidad de trabajo y de su abuelo paterno, notario de la ciudad de Murcia, una importante cantidad de dinero que utilizaría para sus primeras experiencias aeronáuticas.
Nunca fue al colegio, estudiando en casa y examinándose siempre como alumno libre. Su padre quería para sus hijos una magnífica educación, que siempre creyó que podían obtenerla en casa con profesores particulares, además de un preceptor, el padre Carlos, que les enseñaría francés, cuyo dominio le permitió leer todas las publicaciones que, a partir de 1903, relataban el primer vuelo de los hermanos Wright además de imbuirle una personalidad racionalista (base para el desarrollo posterior del autogiro). Otro hecho que marcó a Juan fue el conocimiento del paso del Canal de la Mancha, el 25 de julio de 1909, de Blériot con su aeroplano lo que le llevaría al intento de emulación de dicha hazaña (diecinueve años después, el 18 de septiembre de 1928, un autogiro de Juan de la Cierva, haría el mismo viaje, acompañado por Henri Bouché).
Tan solo un año o dos después de los vuelos de los hermanos Wright, comencé a hacer mis propios experimentos en Madrid… construimos cometas y posteriormente nos atrevimos a más. Comenzamos a construir planeadores consiguiendo nuestro primer éxito con un monoplano cuya tracción era suministrada por los chicos del barrio que tiraban de una cuerda… El aparato volaba tan bien que me vi presionado por mi hermano que no encontraba razón para no volarlo…
Todo lo anterior lo escribía Juan poco antes de que dicho monoplano, tras alcanzar una altura de cincuenta pies, cayera al suelo con la misma velocidad con la que había subido y acabaran aquí sus experimentos con planeadores.
Para entonces, 1912, ya estaba formada la sociedad BCD, con su compañero de estudios José Barcala y con Pablo Díaz, hijo de un carpintero, que logró, cuando Juan contaba con tan sólo dieciséis años, construir y hacer volar un avión biplano (llamado BCD-1) llamado «El Cangrejo», con piloto y pasajero, y, posteriormente, el BCD-2.
Juan inicia la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, como estudios más próximos a sus inquietudes, aunque siempre se consideró «ingeniero» a secas, hasta que en 1929 se le concediera, por sus méritos, el título de Ingeniero de Construcciones Aeronáuticas, por la Escuela Militar de Ingenieros Aeronáuticos.
1919 es un año importante para Juan. El 1 de junio es elegido diputado, junto a su hermano Ricardo, escaño que conservará hasta 1923; termina la carrera con un proyecto de avión bombardero que se estrella nada más emprender el vuelo y contrae matrimonio con María Luisa Gómez-Acebo, con la que tendrá siete hijos.
En 1920 Juan construye en Madrid su primer autogiro, el Cierva C.1, para lo que utiliza fuselaje, ruedas y estabilizador vertical de un monoplano francés Depperdusin. Este C.1 no llegó a volar pues el rotor inferior giraba a menor velocidad de la prevista y el efecto giroscópico y la asimetría de la sustentación hicieron volcar el aparato.
A este C.1 siguieron dos construcciones también fallidas, el C.2 y el C.3, en las que el inventor trató, sin conseguirlo, resolver la diferencia de sustentación entre la pala que avanza y la que retrocede. El problema continuó hasta que en el prototipo C-4 La Cierva incluyó su idea revolucionaria de articular las palas de rotor en su raíz.
El C.4 realizó una completa serie de ensayos en el túnel de viento del aeródromo de Cuatro Vientos, el mejor de Europa por aquel entonces.
El C.4 corregido se probó con éxito el 9 de enero de 1923, en el aeródromo de Getafe, pilotado por el teniente Alejandro Gómez Spencer. Dicho vuelo consistió en un «salto» de 183 metros pero demostró la validez del concepto. A finales de ese mes el C.4 recorrió, en cuatro minutos, un circuito de 3,5 kilómetros a una altura de 30 metros. A partir de ese momento, La Cierva, que había financiado sus experimentos con sus propios fondos, contó para sus trabajos con una subvención del gobierno español.
José Emilio Roldán Pascual