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Don Álvaro de Bazán, vio la luz en Granada el día 12 de diciembre de 1.526 y desde muy pronto se haría a la mar siguiendo la figura de su padre, quien fue general de galeras en el reinado de Carlos I. Ya el 25 de julio de 1.542 hizo sus primeras armas junto a él frente a la Ría de Muros combatiendo a una escuadra francesa.
Fue, sin duda el más importante hombre de mar durante todo el reinado de Felipe II.
Inició su actividad marítima en la protección de las Flotas de Indias (1.554-1.561) y en mayo de 1.562 se le daría la capitanía de la que costeaban a tal fin los propios Cargadores de Indias. En 1.564 tomaría parte en la reconquista del Peñón de Vélez de la Gomera. Posteriormente combatiría los ataques de la piratería musulmana en el Mediterráneo (1.568-1576).
Sería nombrado capitán general de las galeras de Nápoles y Sicilia (1.568-1.576) al tiempo que le fue otorgado, el 12 de octubre de 1.569, el Marquesado de Santa Cruz de Mudela. En su viaje a Nápoles, en Uclés (Cuenca) hizo la profesión de Caballero de Santiago, gracia que le había sido concedida cuando tenía apenas cinco años.
Sería, quizás, el principal artífice de la contundente victoria obtenida en la Batalla de Lepanto de la cristiandad contra el imperio otomano, el 7 de octubre de 1.571. En 1.573 fue Bazán el gran auxiliar de Don Juan de Austria en la expedición a Túnez; al regreso a España, el propio rey Felipe II le dijo: «A vos os agradezco el cuidado y diligencia con que habéis asistido a mi hermano en lo que os ha encomendado».
Fue nombrado para el mando de las galeras de España (1.576-1.583) y tomaría parte muy activa en las guerras contra Portugal al pasar esta nación a formar parte de España bajo el reinado de Felipe II; quedaría tan sólo el archipiélago de las Azores por anexionar ya que se declaró contrario. Don Álvaro llevaría allí su flota y derrotó a la de Francia que había acudido en ayuda de los portugueses. No obstante, el sometimiento general no se alcanzaría hasta 1.583, siendo por ello recompensado con el título de Grande de España y ser nombrado Capitán General del Mar Océano y de la Gente de Guerra del reino de Portugal.
Se le dio el mando de la Gran Armada -la que se llamaría Invencible- que se preparaba para la invasión de Inglaterra dirigida por el generalísimo Alejandro de Farnesio. En enero de 1.588 enfermó y al mes siguiente, el día 9, falleció en Lisboa antes de finalizar ese alistamiento.
Su cuerpo fue traslado a El Viso (Ciudad Real), su señorío, en donde había iniciado en 1.564 la construcción de un palacio estilo renacentista con planos de Giovani Castello, el Bergamasco, siendo enterrado, inicialmente, en la iglesia de la Asunción hasta que en 1.643 sus restos se llevaron al convento de San Francisco; al desaparecer éste al tiempo de la desamortización, volvieron a ser trasladados a la iglesia de la Asunción y, finalmente, sobre los años 50 del siglo XX, a la capilla del palacio, situado muy próximo a la iglesia.
Su gloria, fue resumida como que: «rindió 8 islas, 2 ciudades, 25 villas, 36 castillos fuertes, venció a 8 Capitanes Generales, 2 Maestres de Campo Generales y 60 Señores Caballeros Principales, turcos y moros que hizo esclavos, apresó 44 galeras reales, 27 bergantines, 99 galeones y naos de alto porte, 7 caramuzales (embarcaciones turcas de transporte), 3 cárabos moriscos (embarcaciones usadas en Levante) y 1 galeaza, cogiendo en total 1.814 piezas de artillería»
De él dijo Cervantes en su gran obra El Quijote, capítulo XXXIX, del Tomo I:
«[…] En este viaje se tomó la galera La Presa, de quien era capitán un hijo de aquel famoso corsario Barba Roja. Tomóla la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz […]»
José Mª Caravaca de Coca