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6 DE AGOSTO DE 939
Batalla de Simancas

La batalla de Simancas está considerada como la segunda más importante de la Reconquista, tras la de las Navas de Tolosa.

Introducción

En el siglo X, la Península Ibérica estaba dividida entre los reinos cristianos del norte y el Califato de Córdoba al sur. Los reinos cristianos, en proceso de expansión y consolidación, buscaban recuperar los territorios ocupados por los musulmanes. Por su parte, el Califato de Córdoba, bajo el liderazgo de Abderramán III, intentaba mantener su hegemonía y frenar el avance cristiano.

Abderramán III, harto de las incursiones cristianas al sur del Duero, decidió lanzar una gran ofensiva contra los reinos cristianos. Su objetivo era debilitar a estos reinos, especialmente al Reino de León, que se había convertido en una amenaza creciente para el poder musulmán. Esta campaña, conocida como la «Campaña del Poder Supremo, o de la Omnipotencia (gazat al-kudra)», pretendía ser un golpe decisivo que asegurara la supremacía del califato en la península. Su objetivo: Zamora, la plaza fuerte más importante del Reino de León.

El ejército musulmán, liderado por Abderramán III en persona, era una fuerza imponente. Las crónicas musulmanas exageran diciendo que contaba con 100.000 hombres, una cifra imposible para un ejército en la alta Edad Media. En realidad, una cifra de 15.000  hombres parece más ajustada. Aun así, era un ejército formidable para la época. Las fuerzas musulmanas incluían tropas regulares del califato, mercenarios bereberes y contingentes de distintos reinos vasallos.

Batalla de Simancas. Ramiro II de Leon
Ramiro II de León

Por otro lado, las fuerzas cristianas estaban compuestas principalmente por tropas del Reino de León, lideradas por el rey Ramiro II, y contaban con el apoyo de contingentes del reino de Navarra, condes castellanos y tropas venidas de Galicia, Asturias o Álava. A pesar de su inferioridad numérica, los cristianos tenían la ventaja de luchar en un terreno familiar y contaban con una motivación adicional al defender su propia tierra.

La batalla de Simancas

El ejército musulmán, confiado en su superioridad numérica, avanzó con la intención de atacar Zamora. Advirtiendo el califa que el ejército cristiano le cerraba el paso en Simancas, se dirigió hacia allí para derrotar definitivamente al monarca leonés.

El enfrentamiento comenzó el 6 de agosto (aunque algunos historiadores señalan el 1 de agosto) de 939 y se prolongó durante varios días. El ejército cristiano, a pesar de estar en desventaja numérica, logró utilizar su caballería pesada de manera efectiva. Los cristianos, aprovechando su conocimiento del terreno, consiguieron servirse de la falta de coordinación entre los caudillos musulmanes. La batalla se caracterizó por intensos combates cuerpo a cuerpo y cargas de caballería.

Las bajas fueron cuantiosas para ambos bandos. Finalmente, a la vista de que el ejército cristiano mantenía la plaza de Simancas, el califa decidió levantar el campamento. Inició una retirada con la intención de asolar las poblaciones ribereñas del Duero. Posteriormente se dirigió a Atienza, ya que necesitaba abastecer a sus tropas.

El ejército cristiano, una vez reorganizado, emprendió la persecución de las fuerzas musulmanas. El 21 de agosto, las fuerzas cristianas tendieron una emboscada a los musulmanes en un barranco. Conocida como batalla de Alhándega, en ella el ejército musulmán sufrió grandes pérdidas y se vio obligado a escapar en desorden. El propio Abderramán III estuvo cerca de ser capturado y tuvo que huir del campo de batalla, dejando atrás su cota de malla de oro y su famoso Corán personal. La ubicación de esta batalla no está determinada, pero se cree que se dio en la provincia de Soria, cerca de Caracena.

Consecuencias

La Batalla de Simancas tuvo profundas consecuencias para el equilibrio de poder en la Península Ibérica. Para los reinos cristianos, especialmente para León, supuso un importante impulso en su proceso de expansión hacia el sur. La victoria reforzó la moral y la confianza de los cristianos en su capacidad para enfrentarse y vencer al poderoso Califato de Córdoba.

Por otro lado, para el Califato, la derrota en Simancas marcó el fin de su periodo de máxima expansión. Aunque Abderramán III logró mantener su poder, el prestigio del Califato quedó seriamente dañado. Esta batalla marcó el inicio de un largo periodo de declive del poder musulmán en la península, con altibajos.

En el nivel estratégico, la batalla permitió a los reinos cristianos asegurar la línea del Duero como frontera. Con ello se facilitó la repoblación y consolidación de los territorios al norte de este río. Así quedaron sentadas las bases para expansiones hacia el sur en los siglos posteriores.

José Manuel Roldán Tudela

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