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La Guardia Civil ante la Revolución Septembrina de 1868
Eduardo Martínez Viqueira
Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Sección de Historia Militar
La Guardia Civil llegó al final del reinado de Isabel II con un prestigio cosechado tras veinticinco años de existencia, lo que contribuyó a su supervivencia tras el pronunciamiento. El 18 de septiembre de 1868 estallaba la revuelta en la bahía de Cádiz, abocando a la Reina al exilio. Para combatir el levantamiento, con desigual impacto en las provincias, las unidades de la Guardia Civil fueron concentradas en las capitales y, con frecuencia, utilizadas como vanguardia frente a los insurrectos.
La batalla del puente de Alcolea el 28 de septiembre inclinó definitivamente la balanza del lado de los insurrectos. La Guardia Civil cumplió con lealtad las órdenes recibidas para combatir a los revolucionarios mientras el Gobierno legítimo se mantuvo en el poder; por lo que sufrió, al menos, treinta y dos muertos en los enfrentamientos. Y también pasó a obedecer a las autoridades militares insurrectas a medida que éstas se imponían y triunfaba la revolución, en cumplimiento de su deber.
Tras la revuelta, el general Prim se situó al frente del Gobierno Provisional. Aunque disolvió el Tercio Veterano, creó en su sustitución el 14º Tercio para el servicio en Madrid capital y, sobre todo, tenía una idea clara sobre el papel que debía jugar la Guardia Civil en el nuevo Estado. Con el asesinato de Prim en diciembre de 1870 se resentirán algunos proyectos, como el de profesionalizar completamente la Guardia Civil. Tras la revolución, la sociedad se mostraba más crispada e ideologizada. La Guardia Civil tuvo que esmerarse en actuar con neutralidad y limitarse a cumplir con su misión. A partir de entonces, tocará a la Benemérita lidiar con los vaivenes de la inestabilidad política durante el Sexenio Revolucionario, pero aquel periodo servirá para afianzarla como fuerza de seguridad hegemónica en España.