Desde la invasión rusa de Ucrania, el empleo de capacidades de mando, control, comunicaciones e inteligencia y las tecnologías que las soportan en el ciberespacio por parte de este país, le ha permitido soportar un conflicto que parecía perdería en muy poco tiempo. Hay que destacar, a este respecto, su capacidad innovadora y previsora en el ámbito de las nuevas tecnologías de la información y de las telecomunicaciones y, por supuesto, el apoyo del mundo occidental, suministrando materiales, equipos, servicios e instruyendo al personal. Estos son los aspectos que se ponen de relieve en esta comunicación.
En los países en que militarmente predomina o pretende predominar la doctrina promulgada por las fuerzas terrestres, suele hacerse uso secundario de las fuerzas aeroespaciales, considerándolas como fuerza de apoyo a las operaciones terrestres. Este ha sido y sigue siendo el caso en la guerra de Ucrania, en donde una fuerza aeroespacial rusa, absolutamente superior sobre una escasa fuerza aérea ucraniana, no ha conseguido ni mucho menos los resultados que lógicamente eran de esperar, dirigiendo las operaciones un mando teóricamente conjunto, pero en la realidad plenamente desequilibrado bajo dominio de los doctrinarios terrestres.
En el presente artículo se analiza el conflicto bélico de la guerra de Ucrania desde la perspectiva del posible uso de agentes químicos tóxicos. Tras abordar la evolución histórica de estas sustancias y el desarrollo de los programas de agentes neurotóxicos por parte de la extinta Unión Soviética, se describen las características químicas y los efectos tóxicos de la última generación de estos agentes neurotóxicos, los novichoks, y su empleo como herramientas de terrorismo de estado por parte de Rusia. Aunque, hasta el momento, no existen pruebas confirmadas del uso de agentes químicos tóxicos en el contexto de la guerra de Ucrania, sí han existido acusaciones de ambos bandos. Se analizan las hipótesis sobre lo improbable de su uso en el conflicto (el efecto sobre la reputación del país incumplidor, las consecuencias impredecibles en la escalada del conflicto, la fiscalización internacional de las tecnologías y el material de doble uso para la fabricación de estos arsenales, o el enorme poder disuasorio de los medios de comunicación), aunque se apuntan dos circunstancias que pueden constituir una grave amenaza: ataques estratégicos de «falsa bandera» y acciones puntuales de terrorismo de estado o efectuados por actores no estatales con fines no claramente definidos.
Ucrania, el antiguo país de la “Rus de Kiev”, también llamado Rutenia en la alta edad media, se encuentra situado en Europa del Este y limita políticamente con Rusia al este y noreste, Bielorrusia al noroeste, Polonia y Eslovaquia al oeste, Hungría, Rumania y Moldavia al suroeste, y el Mar Negro y el Mar de Azov al oeste, sur y sureste, respectivamente. Su superficie de 603.628 kilómetros cuadrados, incluyendo Crimea, lo convierte en el segundo país más grande de Europa después de Rusia, siendo su extensión algo más del doble de la de Italia. Su ubicación geográfica en la zona «colchón» entre Rusia al este y el territorio OTAN al oeste, hacen de Ucrania un teatro de operaciones ideal para decidir el desenlace de la competición entre los actores geopolíticos que pugnan por la primacía en el territorio europeo.
Después de la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia en el año 2014, Ucrania inició un programa de modernización de sus fuerzas navales que debía de finalizar en el año 2025 motivo por el cual todo el trabajo estaba a medio hacer en el año 2021, cuando Rusia inició la invasión de Ucrania que, a su vez, está siendo el detonante para que la comunidad trasatlántica, tras años de abandono, salga de su plácida política en el Mar Negro y en otros mares.
La guerra que Rusia ha desencadenado contra Ucrania es una guerra principalmente terrestre por determinación del invasor y también por incapacidad naval del país invadido.
Mientras la OTAN consolida su presencia en la zona, la guerra desencadenada por la invasión de Ucrania revela graves debilidades de la Armada de Rusia, lo que representa una oportunidad para para que la OTAN pueda hacer retroceder el expansionismo terrestre y marítimo de Rusia en Ucrania y en el Mar Negro.
Fortalecer las capacidades navales de Ucrania es para la OTAN una inversión en beneficio de su propia seguridad.
Por simples razones de proximidad, este fortalecimiento parece debe de recaer principalmente en Europa que debe de aprovechar la ocasión para salir de la protección estratégica de los EEUU.
Definitivamente, la eficacia de la Flota rusa en el Mar Negro es muy mejorable y Putin no lleva a Ucrania en su corazón.
El articulo describe las dificultades para vislumbrar el futuro y las consecuencias de la escalada del conflicto Rusia – Ucrania que se inició en noviembre de 2021 con el despliegue de fuerzas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania, incluida la que tiene con Bielorrusia. Es claro que el origen de la guerra está en 2014 pero no en la Guerra del valle del Dombás como algunos creen sino en la toma del control de la península de Crimea por Rusia y el desencadenamiento de la guerra civil en el valle del Dombás provocado por el Kremlin sin apenas costes para Rusia. Esta escalada describe como provocó la activación del Sistema de Seguridad Nacional para el seguimiento y gestión de la crisis.
Una vez que se produce la invasión rusa de Ucrania, el Sistema de Seguridad Nacional adopta especiales medidas para gestionar los diversos problemas a los que España se ve obligado a hacer frente y pode a disposición del Consejo de Seguridad Nacional una información de naturaleza transversal que es previamente integrada y permanentemente actualizada para facilitar la toma de decisiones al Gobierno.
Por último, el artículo siguiendo la doctrina de Clausewitz, estructura a modo de conclusión el análisis de la guerra en tres pilares: el apoyo popular, los liderazgos y las capacidades de cada bando que se estructuran en tres planos: el militar, el económico y el tecnológico que nos darán las claves dilucidar el estado final deseado de este conflicto.
La capital importancia de la base naval rusa de Sebastopol, su significado para toda la Crimea, y en definitiva el decisivo papel que para los términos de la futura terminación de la guerra han de tener base y península, han tendido a pasar desapercibidos dentro del fragor mediático, reflejo del de los combates que se desarrollan en las cuatro provincias ucranianas invadidas por las fuerzas rusas, y los análisis dedicados a la exégesis de las veladas pero repetidas amenazas de recurrir al arma nuclear que han proferido tanto Putin como varios de sus adláteres. El hecho de que por varias razones en la península de Crimea apenas se estén desarrollando actualmente actividades militares -ciertamente no hay combates de fuerzas- la ha hecho diluirse en la percepción pública, ensombrecida por la destrucción y las crueldades que Rusia está infligiendo en la parte continental de Ucrania. Es preciso prestarle atención porque el momento de negociar el final de la guerra llegará, y hay que conocer los factores que afectan a esta estratégica península crimeana.
Consideraciones geopolíticas de la guerra en Ucrania. Riesgo nuclear y Realpolitik
La presente comunicación aborda algunas consideraciones originales de su autor en materia geopolítica relacionadas con el conflicto creado por la intervención rusa en Ucrania, analizando someramente y en clave divulgativa algunos de los aspectos considerados esenciales para la reflexión estratégica europea. Comienza por una breve introducción en la que se aborda el tiempo postmoderno con crudeza para, acto seguido, pasar a tratar resumidamente algunos de los factores geopolíticos a los que se enfrenta Europa en este trance, valorando algunos como positivos y otros como negativos. En la segunda parte del trabajo se recuerda la doctrina clásica de la guerra justa, tanto desde una perspectiva moral o ética, basándose eso sí en los principios cristianos que son raíz de la cultura europea, como desde una aproximación jurídica, derivada del orden internacional actual y la Carta de Naciones Unidas. Finalmente, con honda preocupación, se realiza un análisis práctico de lo considerado como más beneficioso para Europa, toda vez que los riesgos de una victoria total frente al agresor, podrían suponer mayores problemas que beneficios, incluido un recrudecimiento de las políticas nucleares de las potencias, con el riesgo que ello supondría para la humanidad.
La guerra de Ucrania presenta novedades conceptuales que permiten catalogarla como una guerra de nueva generación. Es pronto para sacar conclusiones definitivas, pero algunos elementos empiezan a asentarse. Uno de ello es la sofisticación y la importancia para el devenir del conflicto del combate en el Dominio Cognitivo. Se trata de una lucha de narrativas bien planeada, estructurada y conducida, cuyo objetivo es condicionar la actitud de la opinión pública de los países occidentales ante el conflicto. Aunque el análisis definitivo de cómo se ha planeado y ejecutado este combate no esté del todo cerrado, se pueden perfilar líneas de acción claras que deben ser entendidas y consolidadas cara a los conflictos del mañana. Además, en este artículo se intenta pasar de las lecciones de Ucrania a una propuesta concreta, y de urgente adopción, que permita a nuestro país combatir en este ámbito, pues las acciones en este dominio van a ser protagonistas en toda la gama imaginable de conflictos del siglo XXI. El objetivo final del autor es abrir el debate entre el gran público sobre un tema complejo y controvertido y provocar una reacción que nos permita estar mejor preparados para el conflicto futuro. Sería imperdonable mirar para otro lado tras lo que se está viendo en Ucrania.
Las autoridades militares rusas plantearon una estrategia ofensiva por líneas exteriores centrada en una campaña de corta duración, tipo guerra relámpago (Blitzrieg), en la que establecieron tres principales ejes de ataque: el primero, en el Norte, desde territorio bielorruso, era el esfuerzo principal, con el propósito de adueñarse de Kiev, donde reside el gobierno del país, apoyado por uno secundario desde Jarkov hacia el Oeste para rodear la capital; el segundo, en el Este desde la región de Donbás, parte de ella ya controlada por separatistas prorrusos, para dominar toda la región; y en el Sur, un tercer eje desde la provincia de Donestk reforzado por tropas desde Crimea, tratando de controlar el corredor terrestre que corre paralelo al mar de Azov con la intención de enlazar el Donbás con la península de Crimea, sin descontar la posibilidad de llegar a Odesa.
En el otro lado, la postura de Kiev se ha decantado por una estrategia defensiva por líneas interiores, desde el comienzo de la guerra, en una actitud de defensa a toda costa, por una parte, con unas posiciones defensivas organizadas en trincheras, galerías, abrigos de hormigón contra proyectiles de artillería de diferentes calibres, galerías enterradas, asentamientos de diferentes armas pesadas etc. y, por otra, en actitud ofensiva, de guerra de movimiento con episodios de defensa móvil, por medio de contraataques que posibilita a los ucranianos reaccionar y recuperar terreno perdido.
En el momento que se escriben estas líneas, tercer día de enero de 2023, nos encontramos con las estrategias de ambos contendientes estancadas, a las que el gélido invierno no permite realizar grandes despliegues operacionales capaces de romper el frente de guerra estático a lo largo de 1000 kilómetros, con posiciones defensivas fuertemente organizadas con zanjas, refugios y obstáculos metálicos mezclados con pirámides de hormigón, tanto en la provincia de Jersón y Zaporiyia como en la región de Donbás.
Con el objetivo de conseguir que Ucrania se uniese a la OTAN el presidente Yuschenko (23 enero 2005-25 febrero 2010) pidió oficialmente a la Alianza que preparase para Ucrania un Plan de Acción para ser miembro o Membership Action Plan (MAP) que es el primer paso formal para unirse a la Alianza. Sin embargo, bajo la presidencia de Viktor Yanukovych (25 febrero 2010-22 febrero 2014), el gobierno ucraniano anunció en noviembre de 2013 la decisión de suspender los preparativos para la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea que supondría un acuerdo de libre comercio. El anuncio provocó grandes protestas en toda Ucrania pidiendo la renuncia de Yanukovich que huyó a Rusia. Los manifestantes acamparon el Maidán de Kiev pidiendo la renuncia del presidente. Por su parte, la secesión de Crimea y la crisis de Donbás constituyeron una muy grave agresión contra Ucrania. Hay la percepción general de que la reacción inicial de la OTAN, los Estados Unidos y la Unión Europea ante esa agresión fue mucho menor de lo esperado por Putin. Esto pudo producir una equívoca sensación de impunidad que llevó a Rusia a aventurarse a iniciar la invasión de Ucrania el pasado febrero de 2022. Sin embargo, el apoyo político y militar de Occidente a Ucrania entre 2014 y 2022 ha sido muy significativo y consiguió una transformación notable de las fuerzas armadas ucranianas.
La relación entre Rusia y las repúblicas separatistas del Donbás ha sido siempre un tema tan controvertido, como evidente. El derrocamiento del presidente pro ruso Viktor Yanukovych en 2014 y la preferencia europea del nuevo gobierno ucraniano, fue considerado por Rusia como una amenaza vital para su seguridad. Por ello, desde el primer momento, el gobierno de Moscú alentó el movimiento separatista en la región oriental del Donbás, cuyos partidarios abrigaban la esperanza de que Rusia hiciera en el este de Ucrania, lo mismo que había hecho con la península del Mar Negro. Durante los años siguientes, y hasta la invasión de febrero de 2022, la estrategia rusa consistió en mantener Ucrania, cuyo liderazgo se estaba volviendo cada vez más prooccidental, en una situación de permanente inestabilidad, en espera de que se produjeron las condiciones favorables para devolverla al redil ruso. Las fuerzas separatistas del Donbás fueron la herramienta utilizada por Moscú para crear un estado de confrontación militar de baja intensidad, asumiendo que la débil economía ucraniana no podría mantenerlo en el largo plazo, lo que facilitaría el éxito de su estrategia. La negativa rusa durante estos años de guerra de baja intensidad de retirar, aunque fuera silenciosamente, su apoyo en personal y material a los separatistas del Donbás, sería la mejor pruebe de su falta de voluntad para resolver el conflicto. En este sentido, la invasión de Ucrania por parte del ejército regular ruso no ha hecho más que complicar la situación, introduciendo numerosos interrogantes sobre el futuro del apoyo a los separatistas, aunque cabe suponer que ello dependerá del desenlace de la guerra.
En este artículo se analizan las causas y consecuencias de la invasión rusa de la Península de Crimea que, a su vez, está en el origen de la más dramática, injusta, menos aceptable y a la vez trascendente invasión rusa de Ucrania. El enloquecido presidente Putin no está dudando en atacar y bombardear a la población civil ucraniana que él mismo dice reconocer como rusa. Otra destacable contradicción del presidente Putin es ocupar Ucrania para que de ningún modo Rusia tenga frontera directa con la OTAN, algo que logrará por su propio merito si termina anexionándose Ucrania completamente.
La guerra entre Rusia y Georgia en 2008 se considera el primer aviso de Rusia a Occidente respecto a su determinación por lo que considera sus zonas naturales de influencia. La llegada al poder de un gobierno nacionalista, que buscaba acabar con la anomalía de las repúblicas separatistas de Osetia del Sur y Abjasia y convertir su país en miembro de la OTAN, llevó inevitablemente al conflicto armado. Fue la primera vez, desde la caída de la URSS, que Rusia atacaba militarmente a un Estado vecino. El conflicto mostró tanto la determinación rusa como algunas carencias de sus fuerzas armadas, que llevarían después a un amplio programa de reformas. En general, y a corto plazo, la guerra fue un éxito para Rusia, aunque inicio un camino de confrontación que ha conducido hasta la actual guerra en Ucrania.
La última década del siglo XX se caracterizó por el fin de la Guerra Fría en las relaciones internacionales, la desintegración de la URSS con el surgimiento de una Rusia débil, la liberación de los países del Este de Europa y la dependencia de Rusia y otras repúblicas de la antigua Unión Soviética de la ayuda económica estadounidense y occidental. Japón continuó siendo una gran potencia en el mundo y China como poder comunista dominante, llegó a estar bastante aislada. Se puede afirmar que, en general, durante la última década del siglo XX, los estrategas estadounidenses trataron a Rusia, heredera de la Unión Soviética, con cierto desdén y displicencia considerándola como una potencia de segundo orden, sin tenerla apenas en cuenta en la toma de decisiones en aquellos asuntos que afectaban no solamente a la arquitectura de seguridad de Europa sino también al sistema de seguridad mundial.
Tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS), en 1991 se creó la Confederación de Estados Independientes (CEI), impulsada sobre todo por Rusia. De las quince repúblicas federadas que componían la URSS, nueve de ellas pertenecen hoy a la CEI. Ucrania no llegó a ser miembro de esta nueva organización.
La expansión territorial rusa, desde el Báltico al Pacífico a lo largo de los siglos, reunió a una serie de pueblos de diferentes orígenes, etnias y religiones. Rusia se convirtió en la Federación Rusa, compuesta por 85 sujetos federales. Esta enorme diversidad de pueblos que la constituyen, provocan la inestabilidad interna en la Federación Rusa. El caso más evidente ha sido la guerra de Chechenia.
Esa inestabilidad interior unida al infundado temor de Putin de la aproximación a sus fronteras de países pertenecientes a la OTAN, ha sido una de las causas más probables de la invasión de Ucrania por parte de la Federación Rusa.
La guerra en Ucrania ha polarizado la opinión pública. Defensa y condena de la OTAN o de Rusia han ido paralelas a la inculpación de la Alianza o a la justificación exculpatoria de Putin. También ha habido una equidistancia distributiva de culpas, jurídicas, políticas y morales, adjudicando responsabilidades por igual. Éstas, sin embargo, son de muy distinta entidad. Las responsabilidades de Putin son criminales y penales, propias de una agresión armada, proscrita por el Derecho. Las de la OTAN son de carácter político, asociadas a no haber optado por un marco continental de seguridad y cooperación inclusivo con Rusia, no contra Rusia, ni atendido las advertencias de los más preclaros políticos y pensadores, norteamericanos y europeos, ni previsto las evidentes reacciones rusas a la continuada expansión hacia el Este, cada vez más claras, rotundas y contundentes. Se mire desde el Derecho o la Política, esta guerra es un fracaso de la Diplomacia.
El período entre 2014 y 2022 fue marcado por la resistencia ucraniana a dar por perdidas las provincias de Donetsk y Luhansk, así como la Crimea, y por el incidente del derribo del vuelo Malysian Airlines MH17 y la segunda batalla del aeropuerto de Donetsk. Los muy disputados – pero apresuradamente negociados y aceptados – acuerdos Minsk II originaron un sinfín de complicaciones dando lugar a interpretaciones contrarias de casi cada una de las disposiciones, con una evidente mala voluntad por parte rusa y de los sublevados. También en este período creció la animadversión hacia el presidente Poroshenko, debido fundamentalmente a la rampante corrupción en todo el país, que acabó originando una abultada derrota en elecciones presidenciales a manos de un candidato novel en la política, Volodimir Zelensky, que tuvo que presidir, a pesar de su aparente mayor maleabilidad, sobre el empeoramiento de relaciones con Rusia y en definitiva la invasión.
La vida política de Ucrania en el periodo que va desde el comienzo del siglo XXI al final del año 2014 fue muy agitada. Los sucesivos presidentes no consiguieron que el pueblo ucraniano pudiese disfrutar de una vida democrática sin rivalidades profundas entre los miembros de la clase política. Los objetivos de los presidentes fueron muchas veces irreconciliables. Con el objetivo de conseguir que Ucrania se uniese a la OTAN Yushchenko pidió oficialmente a la Alianza que preparase para Ucrania un Plan de Acción para ser miembro o Membership Action Plan (MAP) que es el primer paso formal para unirse a la Alianza. Sin embargo, bajo la presidencia de Yanukovych el gobierno ucraniano anunció en noviembre de 2013 la decisión de suspender los preparativos para la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea que supondría un acuerdo de libre comercio. El anuncio provocó grandes protestas en toda Ucrania, las más grandes desde la Revolución Naranja, pidiendo la renuncia de Yanukovich. Los manifestantes acamparon en el Maidán de Kiev pidiendo la renuncia del presidente. La secesión de Crimea y la crisis de Donbás marcaron el final de una etapa decisiva en la historia de Ucrania.
El tiempo de Yeltsin transcurrió de la reforma que no pudo ser (Gorbachov) al comienzo de un futuro incierto (Putin). Desde los gobiernos y las instituciones occidentales se le reconoció el éxito al disolver la URSS; en el interior creó expectativas que se frustraron al poco de anunciarlas. Las ayudas financieras para privatizar la economía soviética fueron desviadas en provecho de una clase oligárquica que se apropió de las principales actividades económicas. Clase que se convirtió en su restringido grupo de apoyo. Pudo ejercer un poder autocrático que le alejó del afecto y la atracción que había alcanzado en sus tiempos de oposición. Las expectativas se frustraron. Quedó demostrada, en esas circunstancias, la dificultad de transitar de una economía centralizada y de un régimen político totalitario, a una sociedad regida por las leyes del mercado donde se impone la confianza para alcanzar la modernización política y social.